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La casta fina. “Réstanos ahora hablar de este precioso animal, considerado
por todos, después del árabe, como el mejor del mundo. Además de ser hermoso,
es dispuesto, ágil, vigoroso, y tan dócil y dotado de inteligencia, que es
susceptible de aprender cuanto se le quiere enseñar; sufre los trabajos y
penalidades, se hace partícipe de los del hombre, de quien puede
considerársele como un amigo. Sus pelos más comunes son negros y castaños,
sin embargo que los hay de todos los pelos.” (Briones, Pedro y Nieto, Juan
Abdón. 1851. Manual de Veterinaria) Se consideraba caballo
español de casta fina a los naturales de las campiñas andaluzas y extremeñas
y sus cruces. Posiblemente también habrían participado en su conformación
algunas castas serranas, como las rondeñas y las cordobesas, y alguna casta
marismeña, que le habrían dotado de mayor ligereza y resistencia, o mayor
alzada y corpulencia, según las necesidades puntuales. Probablemente el gen
modificador tordo también proceda de su ancestro marismeño. Lo cierto es que,
en las descripciones coetáneas observamos que hay una serie de caracteres
variables, como el perfil: convexo o recto, el tamaño de la cabeza: grande o
proporcionada, el tamaño de las orejas: grandes o pequeñas, la grupa: redonda
o larga, etc., que podrían deberse a la mayor o menor influencia del
marismeño o del serrano, si bien, en las descripciones siguientes, también
resulta patente la progresiva influencia de la raza árabe. 1749 - El caballo
español, según Buffón, tenía el cuello largo, grueso y con muchas crines; la
cabeza algo abultada, y a veces acarnerada; las orejas largas y bien
situadas; aire noble y fiero; ojos fogosos; espaldas llanas; pecho ancho;
lomos alguna vez un poco bajos; el costillar redondo; vientre algo abultado;
grupa redonda y ancha, y algunos un poco larga; las piernas hermosas; tendón
bien desprendido; cuartilla algo larga; casco un poco largo y algo parecido
al del ganado mular; su alzada no muy grande en general. Los de la parte alta
de Andalucía pasan por los mejores; sin embargo, tienen la cabeza muy larga;
pero son briosos, dóciles, graciosos, fieros y más flexibles que los
berberiscos, son preferibles a todos los caballos del mundo para la guerra,
lujo y picadero. 1851 - “Tienen el cuello largo y grueso, con una
curva graciosa y con muchas crines; la cabeza algo abultada y a veces
acarnerada; las orejas largas en general, pero bien situadas; los ojos
fogosos; el aire noble y fiero; las espaldas llenas; el pecho ancho; los
lomos a veces un poco bajos; la costilla redonda; el vientre algo abultado;
la grupa redonda y ancha por lo ordinario, aunque algunos la tienen un poco larga;
las piernas hermosas y con pelo corto; el tendón bien desprendido; la
cuartilla a veces algo larga, y el casco acopado”. (Briones, Pedro y
Nieto, Juan Abdón. 1851. Manual de
Veterinaria) 1857 - “Es en general de una talla mediana,
cabeza grande aunque la tenga descarnada orejas algo desproporcionadas al
volumen de su cuerpo, ojos vivos llenos de fuego, cuello de cisne, es decir;
algo carnoso, cara acarnerada con crines abundantes:, largas y sedosas, la
cruz es baja, no de corte saliente, pecho ancho; dorso voluminoso, ensillado,
riñones dobles, grupa algo redondeada, cola de espesor, con crines muy finas
y largas, costillar redondeado: vientre muy voluminoso; espalda recta; húmero
y antebrazo corto, cañas delgadas y largas; cuartilla larga”. (Echegaray,
José. 1857. Zootéchnia) 1859 - “Los caballos españoles tienen el cuello
largo, grueso, y con mucha crin; cabeza algo abultada, y a veces acarnerada;
oreja larga, bien puesta; ojos fogosos; aire noble, fiero; espaldas llenas; pecho
ancho; dorso ensillado; lomos generalmente algo bajos; costillar redondo;
piernas hermosas y cañilavadas; tendón maestro bien desprendido; pié algo
largo. Los más superiores son anchos, con bastante pelo, mucho movimiento y
flexibilidad al andar. El pelo por lo general es bayo-castaño; suelen tener
en las ancas la marca de la casa de monta de donde proceden. De todos los
caballos conocidos en España, los andaluces son los mejores, pues a su
valentía y docilidad, reúnen la gracia y fiereza; son más flexibles que los
berberiscos”. (Blanco Fernández, Antonio. 1859. Ensayo de Zoología Agrícola y Forestal) 1862 - “El caballo andaluz, del que
principalmente vamos a tratar, es de mediana alzada, cabeza descarnada, recta
o ligeramente acarnerada y no grande, orejas bien situadas, delgadas y no
largas, con gallardos movimientos que indican su vigor; ojos grandes, nobles
y llenos de fuego, el cuello algo grueso y poblado de crines finas y sedosas,
la cruz proporcionada y algunos algo carnosa, pecho ancho, dorso ligeramente
ensillado, riñones no muy anchos, grupa redonda, nacimiento de la cola bajo y
ésta poblada, costillar redondeado, vientre algo abultado, espalda no muy
oblicua, húmero y antebrazo corto, cañas largas y la cuartilla suele pecar de
este defecto, que acompaña también a los radios de las extremidades
posteriores; los cascos en general buenos.” (Cubillo y Zarzuelo, Pedro.
1862. Tratado de hipología) 1899 - "Tomando el tipo del caballo español
en las provincias meridionales, donde se encuentra más desarrollada la cría
caballar, aparece de regular alzada; cabeza descarnada, recta y más bien
cuadrada, sin ser grande; orejas bien situadas, delgadas y pequeñas; ojos
grandes y vivos; cuello musculoso y algo recto; cruz algo carnosa; dorso
ligeramente ensillado; lomos cortos y muy robustos; grupa redonda y algo
oblicua; cota poblada; vientre algo abultado; pecho amplio; espalda oblicua;
brazo proporcionado; antebrazo algo corto; cañas largas; cuartillas algo
largas; muslo robusto y oblicuo; pierna corta; corvejón acodado y cascos
compactos y bien formados. El temperamento, sanguíneo-nervioso.” (Molina
Serrano, Eusebio. 1899. Cría caballar y
remonta) Obsérvese que en la
descripción de Cubillo, de 1862, ya habla de cabezas rectas o “ligeramente”
acarneradas y “no grandes” y de orejas “no largas”, y en la de Molina, de
1899, describe cabezas de perfil recto (ya no menciona el convexo), cuadrada
(no alargada) y no grande, y de las orejas dice que son pequeñas. Estas
modificaciones podrían haberse producido por el cruce con la raza árabe. El
mismo Cubillo decía en 1879: “La mayor parte de los inteligentes con gusto prefieren hoy
los caballos para montar con formas graciosas y elegantes, de cabeza pequeña,
descarnada y algo chata, con ojos grandes, expresivos y llenos de fuego,
orejas cortas, delgadas, bien situadas y movimientos que denoten su valentía;
el cuello delgado, flexible, bien contorneado, dejando libres los encuentros
y muy poco poblado de crines finas y sedosas. La cruz un poco alta y
descarnada, las espaldas largas y oblicuas,…” (Cubillo y Zarzuelo, Pedro. 1879. La verdad en la cría caballar)
Evidentemente está describiendo a un caballo árabe. Principio del documento La cría caballar en el
siglo XIX. |
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