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Castas equinas españolas. Durante el siglo XIX aún era
patente la diversidad de tipos o castas naturales de los caballos de España.
La mayor parte han desaparecido, como es el caso de las jacas serranas, de
las que sólo quedan las cantábricas y alguna que otra población en vías de extinción,
o se han trasformado hasta hacerlas irreconocibles, como los marismeños. El esquema racial equino español se
ha empobrecido y tergiversado. Hoy en día, el caballo español es una única
raza que, si bien aún se aprecian diferencias, tiende a la homogeneidad, y se
la considera muy distinta y distante del resto de las razas equinas españolas
que han logrado sobrevivir; razas entre las que también se han creado
distancias artificiales, que tienen su origen en razones coyunturales de
índole político cultural más que en argumentos genéticos. En aquella época se consideraba a
todos los caballos de España de una misma raza pero con diversas castas: “Las cruzas que hagamos entre nuestras
castas de caballos, podemos decir que las hacemos entre animales que distan
muy poco entre sí, pues en cuanto a su sangre, energía y temperamento,
hallamos mucha analogía, siendo lo único que más distingue a nuestras razas
sus alzadas y conformación (en lo que quizá tendrá mucha parte nuestra
incuria y estado de abandono). Si comparamos, efectivamente, la diminuta jaca
gallega y la asturiana con el caballo del centro de España, y con los que se
crían en las Andalucías, hallaremos comprobada esta aserción; pues en todos
encontraremos señales, aunque características, muy marcadas de analogía en
sus atributos morales.” (Soto, Julián. 1862. Cría caballar) Este concepto monofilético es el
acertado ya que coincide con los resultados del estudio The Origins of Iberian Horses Assessed via Mitochondrial DNA
(Journal of Heredity 2005:96(6) L. J. Royo, I. Álvarez, A. Beja-Pereira, A.
Molina, I. Fernández, J. Jordana, E. Gómez, J. P. Gutiérrez y F. Goyaneche),
en el que confirman la proximidad entre las distintas razas de caballos
autóctonas de la Península (lo que descarta el origen polifilético que se las
venía atribuyendo hasta ahora por algunos autores) y su estrecho parentesco
con el caballo norteafricano, con el que formarían un grupo caracterizado por
la presencia del haplotipo del cluster 1a en su ADN mitocondrial. Lamentablemente los trabajos sobre
etnografía equina eran muy escasos en España y las únicas castas que
atrajeron la atención de los estudiosos fueron las andaluzas y, en menor
grado, las extremeñas, es decir; el caballo de casta fina o caballo español,
que eran el considerado como verdaderamente valioso. El resto eran jacas que,
a pesar de que resultaban mucho más útiles para los labradores, carboneros,
contrabandistas y trajinantes o arrieros, no merecieron su dedicación: “Departía el último verano con el
ilustrado Catedrático de zootecnia de la Escuela Veterinaria de León, mi
apreciable amigo y antiguo camarada del Ejército, Sr. González Pizarro,
acerca de la producción animal en varias naciones de Europa y América. Cuando
le llegó el turno a nuestra nación hubo de exclamar apesadumbrado:
"Confieso que me avergüenza decir que sé menos de España que del
extranjero… Asentí a su confesión y con pena digo hoy que apenas si sabemos
nada del asunto por falta de datos oficiales serios y exactos. Triste es
confesarlo, pero lo es mucho más que quien puede y debe hacerlo no haya hecho
ya una buena clasificación étnica y una estadística exacta de la riqueza
pecuaria hípica”. (Molina Serrano, Eusebio. 1899. Cría caballar y remonta) Aún así, algo se había publicado y
procedemos a exponerlo. Para Simón Sánchez González (Estado actual de la cría caballar en
España, 1880) era el clima el principal artífice de las castas y a él
debían su calidad las renombradas de Cádiz, Sevilla, Córdoba y loma de Úbeda.
El clima cálido y seco de Andalucía “hace
que se desarrollen poco lo seres; pero son fuertes, nobles, vigorosos, de
buena forma y complexión y un temperamento nervioso- sanguíneo. El cálido y
húmedo se determina de preferencia en la provincia de Valencia, favorece
mucho el desarrollo como se observa en los potros que para su recría llevan
de Andalucía, Cataluña, Segovia, Ávila y alguna otra provincia: pero pierden
mucho de su energía y adquieren, además, un temperamento linfático-sanguíneo
que los arruina y ensucia muy pronto. El frió y seco, se marca en el centro
de España, Castilla la Nueva y la Mancha: los hace resistentes y fuertes, de
mucha duración, broncos y esquivos para la doma, de temperamento
sanguíneo-nervioso, y no grande desarrollo. El frió y húmedo; se acentúa más
al Norte de Castilla la Vieja. Los hace apáticos, algo pesados, de formas
desproporcionadas y pastosas, de buen desarrollo, buena disposición para el
tiro, pero de un temperamento linfático”. Cabe puntualizar estos
comentarios en lo que a Valencia se refiere, ya que los potros allí
trasladados los recriaban labradores de regadío con sus excedentes agrícolas;
esa alimentación verde y abundante unida a la estabulación, afectaría en los
resultados de la recría tanto o más que el clima. Pero el clima no solamente está
determinado por la latitud sino también por la altitud. Para José de Hidalgo
(Curso de economía rural. 1865) las
castas de los caballos de España se dividían
en tres tipos: “Marismas y/o riberas”,”Sierras” y “Campiña”. Sobre esta clasificación general
sobrepuso otra regional. Vamos a seguir este esquema por considerarlo muy
válido. Las descripciones se han realizado a partir de las noticias aportadas
por José de Hidalgo, a las que hemos añadido las de otros autores. Principio del documento El tipo de las marismas. |
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