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Indicios
de la domesticación del caballo. Hasta ahora se había
considerado que el caballo fue domesticado en las estepas caucásicas a
finales del IV milenio a. C., sin embargo, nuevos análisis lo desmienten. En Dereivka (Ucrania) se
halló un cráneo de caballo, en estratos correspondientes al Eneolítico (4.000
a. C.) con los premolares desgastados por la acción del freno, lo que hizo
suponer que se trataba de una prueba de la precoz domesticación local, pero
cuando se analizó, mediante el sistema de radiocarbono, resultó pertenecer a
una época mucho más reciente (700-200 a. C.). Probablemente se enterró
excavando un hoyo y esa fue la razón por la que apareció en estratos
anteriores. (Anthony, David W. ; Brun, Dorcas. 2000. Exploitation de cheval
d'Eneolithic dans les steppes eurasiennes : régime, rituel et équitation.
Antiquité 74: 75–86.) En Boltai (Kazajistán)
existió una cultura, entre 3.500 y 3.000 a. C., especializada en la caza de
caballos salvajes. En sus yacimientos se han recuperado 300.000 huesos de
esta especie, lo que hizo sospechar que tal vez conocieran la equitación y se
valieran de los caballos de montura para capturar a los salvajes pero, una
vez analizados, no se han obtenido datos que permitan sostener esa hipótesis
ya que todos pertenecieron a caballos salvajes cazados y consumidos (Véra
Eisenmann, 2010 L’évolution des Équidés) Parece evidente que, una
vez desestimadas las hipótesis de doma temprana de Boltai y Dereivka, , la
más clara evidencia de la domesticación y uso del caballo son los
enterramientos de carros de Sintashta, en el sur de los Urales, alrededor del
año 2000 a. C. Esta fecha resulta coincidente
con la de las grandes invasiones de las cuencas fértiles del sur. Alrededor
de 1.800 a. C. diversas tribus de las estepas cruzaron las cordilleras que
les cerraban el paso por el Sur. Los Hititas atravesaron la cordillera del
Cáucaso y se establecieron en Anatolia, los Arios cruzaron los Montes Elburz,
adentrándose en Irán, los Tocarios invadieron la cuenca de Tarim, en la
Dzungaria. Dos siglos más tarde invadieron las civilizaciones agrícolas
desarrolladas en las vegas de los grandes ríos meridionales: Nilo (1.652 a.
de C.), Tigris-Eufrates (1.600 a. de C.) e Indo (1.550 a. de C.), sin que su
poderío económico y demográfico pudiera evitarlo. Por Oriente también
descendieron las hordas esteparias en sus carros, penetrando en la actual China (dinastía
Shang, 1600 a. de C.). Las invasiones de
Anatolia, Mesopotamia, Egipto y China se realizaron con carros tirados por
dos caballos, no a lomos de caballo. El cambio de caballería de carros a
caballería montada no se produjo en Oriente hasta el periodo comprendido
entre el año 1.000 y el 800 a. C. (David W. Anthony and Dorcas R. Brown.
Harnessing Horsepower 2007) Los sumerios ya conocían
el carro y fueron capaces de domesticar a los hemiones y engancharlos a
ellos, desde el 2.500 a. C., pero no debieron resultar muy funcionales porque
esa técnica no les aportó ninguna ventaja determinante con respecto a las
culturas vecinas. En cualquier caso nada comparable al posterior predominio
estratégico que supuso el uso del caballo. Para tirar de un carro
no es imprescindible que el animal posea un nivel de domesticación alto. Para
ello se han usado muchas especies, como el toro (buey), el búfalo, el camello
o el hemión. Pero para practicar la equitación (dominar y conducir un caballo
desde su lomo con ayuda de riendas y piernas) es imprescindible que éste
animal esté dotado de unas aptitudes específicas, que no todos los equinos
poseen. Que se haya conseguido domar alguna cebra, hemión o przewalski no
contradice lo expuesto, como tampoco, porque algunos leones aparezcan domados
en los circos, permite conceptuar a su especie como domesticable. Algunos investigadores
no consideran la domesticación animal mientras no se aprecien cambios
físicos, como variaciones en las dimensiones de los huesos, que puedan
suponer una crianza selectiva, o al menos haber nacido y criado totalmente en
cautiverio. Nosotros no podemos estar de acuerdo con ese planteamiento ya que
no tiene porqué haber una relación directa entre ambos hechos. Una población
animal puede sufrir variaciones morfológicas sin la intervención del ser
humano (debidas a cambios climáticos, a cambios en la dieta, al aislamiento,
a la consanguinidad, etc.) Puede también sufrir variaciones por estar
confinada por el hombre, e incluso aportándole un beneficio económico, sin
que por ello se pueda considerar domesticada, como ocurre con los animales de
peletería. Consideramos que, al
menos en cuanto al caballo, domesticación ha de ser sinónimo de doma, es
decir de la modificación de la conducta del animal mediante la aplicación de
una técnica específica que permite su utilización para la carga, tiro y/o
montura. Por otra parte, tampoco
la doma de un caballo tiene por qué afectar obligatoriamente a su fisonomía
ni a la de sus descendientes. Nosotros hemos criado caballos en régimen de
semi-libertad (pastaban durante toda su vida en un monte abrupto de más de
700 Has.) Los sementales se domaban a la edad de cuatro años y se les soltaba
al monte con cinco, para padrear con las yeguas. Cuatro años más tarde se
procedía a retirarlos para cambiar la sangre y, el mismo día en que se
capturaban, se les ensillaba y montaba de la misma manera que a cualquier
otro de los que habían permanecido en las cuadras, sin haber notado nunca el
más mínimo extraño o recelo en sus conductas, a pesar de no haberles puesto
la silla ni el bocado durante los cuatro años anteriores. Usos similares debieron
practicar las tribus ibéricas, de las que los romanos creían que tomaban los
caballos salvajes de los montes para ir a la guerra. Difícilmente, un caballo
que ha sido capturado con tres años, domado a los cuatro, vuelto a poner en
libertad y recogido con nueve (en mi caso) o esporádicamente (en el caso de
las tribus prerromanas) podría presentar modificaciones esqueléticas como
para que un paleontólogo lo pudiera conceptuar como doméstico, lo que no es
óbice para que ofrezca un inestimable y completo servicio a su amo. Este hecho es,
posiblemente, el que dificulta la obtención de evidencias osteológicas que
avalen la hipótesis del inicio de la equitación en la Península Ibérica. Aún
así, parece probable la presencia del caballo doméstico en el yacimiento del
Neolítico inicial de la cueva del Parralejo o de Dos Hermanas en Arcos de la
Frontera. Principio del documento. Pinturas rupestres-ecuestres. |
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