Hembra de Gallus gallus. Hembra de Gallus lafayetii. Hembra de Gallus sonneratii. Bekisar (Wikipedia) Gallina de Guinea (Numida maleagris). Andaluza Azul. Carablanca Español Gallo menorquín. http://volaillepoultry.chez.com/franc2.html |
Origen de la gallina doméstica. Las
gallinas son las aves domésticas más intensa y extensamente criadas por el hombre
y constituyen un alimento fundamental de la dieta humana, tanto por su carne
como por sus huevos. Pertenecen
al orden de las Galliformes, a la familia Phaisanidae
y al género Gallus. El género Gallus está compuesto por cuatro
especies que habitan en Asia tropical: El gallo rojo (Gallus gallus), el gallo de Ceilán (Gallus lafayetii), el gallo gris (Gallus sonneratii), y el gallo de Java (Gallus varius) El gallo rojo (Gallus gallus) (Linneo 1758) se encuentra en
Bangladesh, Bután, Camboya, India, Laos, Malasia, Myanmar, Nepal, Pakistán,
Filipinas, Singapur, Tailandia, Timor y Vietnam, aunque se cree que la zona
de origen sería el noreste de la India y las faldas del Himalaya. Son
aves terrestres que habitan en los bosques, donde pasan el día rebuscando por
el suelo semillas, insectos, hierbas, caracoles, bayas y otros frutos. Para
pernoctar vuelan hasta las ramas de los árboles. Tiene un gran dimorfismo
sexual, siendo el macho mucho más grande y de plumaje muy llamativo, mientras
que las hembras tienen una librea de camuflaje en el que predominan los tonos
terrosos. Macho de Gallus gallus Dentro de esta especie
se han reconocido cinco subespecies: - Gallus gallus gallus, que habita en Indochina, Laos,
Camboya, Vietnam y el este de Tailandia. Los cruces espontáneos
entre estas subespecies y las gallinas domésticas son muy comunes y deben
haberse producido desde tiempos remotos, hasta el punto que la forma pura es
muy rara e incluso algunos autores consideran que ya se ha extinguido. Macho de Gallus
lafayetii. El gallo de Ceilán (Gallus lafayetii) (Lesson, 1831) es nativo de Sri Lanka.
Habita en bosques y matorrales donde rebusca por su suelo semillas, insectos,
frutos o pequeños cangrejos. Como las otras especies de Gallus, presenta un marcado dimorfismo sexual, siendo las hembras
mucho más pequeñas y de color pardo. Los machos ostentan unas largas plumas
doradas en el cuello que descienden por los hombros, pecho y dorso. Tienen la
cabeza desnuda y de color encarnado muy vivo. Su cresta luce una mancha
amarilla muy llamativa. Macho de Gallus
sonneratii. El gallo gris o de Sonnerat (Gallus sonneratii) (Temminck, 1813) es nativo de la
India, su área de distribución se solapa, en su zona norte, con la del gallo
rojo (Gallus gallus), con el que se
hibrida de forma espontánea. Prefiere hábitats de matorral y bosque abierto,
en cuyo suelo busca las semillas e insectos de que se alimenta. Es capaz de
revolotear hasta las copas de los árboles para escapar de los predadores. Las
hembras, como en las otras especies, son pardas y poco llamativas. Los machos
presentan en el cuello unas largas y vistosas plumas rematadas por un mancha
blanquecina que son muy codiciadas por los pescadores locales para la
confección de moscas artificiales. Poseen cresta y barbas rojas aunque de
menor tamaño que las del gallo rojo. En el Rajastán habita
una población, de plumaje más claro, que algunos científicos consideran una
subespecie aparte, mientras otros piensan que no es más que una variedad. Los estudios genéticos demuestran
que el gallo gris está genéticamente más próximo al gallo de Ceilán (Gallus lafayetii) que al gallo rojo. Macho de Gallus
varius. El gallo de Java o gallo verde (Gallus varius) (Shaw, 1798), nativo de Indonesia.
Estas gallináceas viven en la costa, en zonas de manglares, y se alimentan de
frutas e insectos pero también de aportes marinos como algas, copépodos,
cangrejos o equinodermos que las mareas arrojan a las playas. Mantienen una
considerable capacidad de vuelo que utilizan para trasladarse entre las islas
próximas. En Indonesia se cría un
híbrido entre el gallo rojo y el gallo verde al que se conoce como Bekisar.
Los habitantes de las islas de la Sonda criaban estos híbridos por el cacareo
de sus machos que, al compartir los modos de llamada de ambas especies,
resultaban muy variados y fáciles de identificar. Cada embarcación llevaba el
suyo de manera que podían localizarse en alta mar por el canto del Bekisar, a
distancias de hasta dos kilómetros. Estos Bekisar suelen
ser estériles pero, en ocasiones logran cruzarse con gallinas domésticas
produciendo híbridos con mayor capacidad reproductora. De esta manera, los
genes del gallo verde de Java podrían haberse introducido en algunas
variedades locales de gallina doméstica. Cuando estos pueblos se
expandieron por Micronesia y Polinesia llevaron sus gallinas consigo hasta islas como Ponapé, Marquesas o Pascua. El análisis del ADN de restos
arqueológicos de gallinas de la isla de Pascua ha localizado un haplogrupo
poco común que también está presente en las gallinas de Indonesia, Japón y
China (Storey et al, 2007). Desde
la isla de Pascua estas gallinas podrían haber llegado a la Araucania, donde
se crían las razas Araucana y Pasión que producen huevos de color azul,
verde, lila o gris, característica que parecen haber heredado del gallo de
Java. Sin embargo los
estudios realizados sobre estas razas chilenas ponen en duda su origen
precolombino (Gongora et al. 2008). Domesticación. La domesticación de la
gallina se produjo en varias localidades de su área de origen y en distintas
épocas, entre el 6.000 a.n.e. y el 2.100 a.n.e. La especie que más contribuyó
fue el gallo rojo (Gallus gallus)
pero los análisis del ADN mitocondrial de las cuatro especies silvestres y de
diversas razas domésticas evidencian que también participaron el gallo de Ceilán (Gallus
lafayetii) y el gallo gris (Gallus sonneratii) (Nishibori et al.
2005). La comparación de secuencias genéticas reveló que la piel amarilla, una característica común en muchas razas de gallinas domésticas, no viene de las aves rojas de la selva (Gallus gallus), sino del gallo gris (Gallus sonneratii) (Eriksson et al. 2008). Las gallinas en la península ibérica. Los primeros registros
de esta especie corresponden a la Edad del Hierro; desde entonces ha
constituido un recurso alimenticio fundamental para la población,
principalmente por los huevos y, en segunda instancia, por su carne. El gaditano Lucius
Junius Moderatus “Columela”, en su Res
rustica (42 n. e.), nos habla de algunos tipos de gallinas de su época:
Menciona a la gallina africana o de Numídia “que son parecidas a las melagrides a excepción de que tienen la
cresta y la barba roja y estas la tienen azulada” (se refiere a las
pintadas o gallinas de Guinea, Numida
maleagris), a las silvestres, “que
se parecen a las comunes y son las que cogen los cazadores y de las que había
muchas en una isla del mar Ligústico a la que los marineros llaman
“gallinería” (es posible que debido a la ausencia de predadores
terrestres, en alguna isla del mar de Liguria prosperase una población
primitiva asilvestrada), menciona a las gallinas enanas y a las de cinco
dedos, también se refiere con cierto desdén a los gallos de pelea que criaban
los griegos, de los que tenían la muy nombrada casta de Delos pero también,
buscando gallos más grandes y combativos, usaban los de Tanagra, Rodas,
Calcis y Media, pero dice: “a nosotros
la especie que más nos agrada es la de nuestro país”, la gallina común o
de corral que era criada ordinariamente en la mayoría de las casas de campo. Las gallinas ibéricas
se han seleccionado por su capacidad de puesta pero supeditada a la mínima
inversión, es decir que las gallinas debían ser rústicas y vigorosas al
tiempo que muy ponedoras. Los criterios generales
de selección parecen haber sido constantes durante siglos. Columela
recomendaba elegirlas muy ponedoras, de plumaje rojo o negro, evitando las
blancas por considerarlas delicadas, poco vivas, malas ponedoras y
excesivamente visibles para las águilas y gavilanes. Debían elegirse grandes,
cuadradas, de pecho ancho, cabeza grande, la cresta derecha y encarnada y la
orejilla blanca. Los gallos debían ser del mismo color que las gallinas pero
más altos, las crestas altas, de color de sangre y derechas, los ojos rojos o
que tiren a negros, los picos cortos y encorvados, las orejas muy blancas y
grandes, las barbillas rojas que tiren a blancuzcas y cuelguen como barbas de
anciano, las plumas del cuello pintadas o amarillas color de oro, y que por
los cuellos y las cervices bajen a extenderse a los hombros; asimismo los
pechos anchos y musculosos, las alas fuertes semejantes a brazos, las colas
muy largas, dobladas o en dos órdenes, sobresaliendo por cada lado una pluma;
al mismo tiempo los muslos grandes y poblados de plumas que se ericen
frecuentemente, las piernas fuertes y no largas. Alonso de Herrera, en
su Tratado de Agricultura general
(1513) cita la gallina común, la de moño, que en lugar de cresta tenía un
copete de plumas a modo de moño y que abundaba en La Mancha, la enana,
llamada así no por ser de cuerpo pequeño sino por tener las patas muy cortas
y andar zarandeándose, que era muy abundante en Andalucía, las de cinco
dedos, con dos dedos traseros, las calzadas, con las patas emplumadas hasta
los dedos, las rizadas, que tenían las plumas vueltas y solían ser de capa
blanca, además de otras exóticas como las turcas, las inglesas, las enanas
inglesas (de cuerpo pequeño), las negras de Mozambique, las de Japón o las de
Persia que carecían de obispillo. De entre todas estas castas destaca las
comunes (entre las que cita a la castellana) y a las de moño; las primeras
por ser las más abundantes y fecundas, y las de moño por producir una carne
muy delicada y suculenta. Raza Castellana Negra. Joseph Antonio
Valcarcel, en su Agricultura General y
gobierno de la casa de campo (1765) cita una variedad valenciana llamada “casta
de gorga”, distinta a las comunes, más grandes, peores ponedoras y más
adecuadas para producir carne. Se criaban a campo y eran muy corredoras.
Recomienda no criar las gallinas rizadas ni las calzadas, aquellas porque al
tener las plumas vueltas conservaban mal la temperatura del cuerpo y éstas
porque, al llegarles las plumas hasta el suelo, solían acumular barro y
basura que era causa de infecciones. Francisco Dieste y
Buil, en su Tratado Económico
(1803) dice que las mejores gallinas son las negras, rubias o “roxas”, que
las blancas o blanquecinas ponen menos huevos y son más pequeños, no son tan
sabrosas, viven menos y están más expuestas a ser atacadas por los
predadores. Recomienda que se utilicen las gallinas de casta común por ser
muy ponedoras, que tengan la cresta muy colorada y caída, el cuerpo grande y
cuadrado, los dedos largos y no iguales (siendo mejores las que tienen los
dedos montados y las de cinco dedos), los cuellos gordos o recios, el cuerpo
ancho y que cuando pollas hayan sido zancudas. Del gallo dice que ha
de ser de color negro o rubio, no muy grande ni pequeño, de cresta muy
colorada y derecha, la cabeza grande, el pie corto, recio y bien agudo, las
uñas largas, las orejas gordas y blancas, las barbas grandes y mezcladas de
blanco, el cuello muy erguido y adornado de largas plumas doradas, el pecho
grueso, no zancudo, ni enano, de grandes alas, alta cola, y que las plumas de
ella lleguen hasta la cabeza; que sea derecho, fiero y con aire majestuoso,
los ojos negros o pintados, y su círculo rojo, colorado o azul. Raza Penedesca. De las enanas dice que
son muy ponedoras pero malas para cluecas y de poca carne. Las grandes, como
las de gorga, son malas ponedoras pero buenas para comer. Menciona a las gallinas
mudicas, erizadas o manjavias (tal vez relacionadas con
las que hoy llamamos de cuello pelado) que tienen muy pocas plumas y puestas
del revés, siendo muy buenas ponedoras y criadoras pero muy delicadas con los
climas extremos. Nicolás Casas, en Diccionario manual de agricultura y
ganadería (1857) aconseja elegir gallinas medianas con cabeza gruesa y
alta, la cresta muy colorada y caída a un lado, cuello grueso, pecho ancho,
cuerpo fornido, piernas amarillentas, plumas de cualquier color, a pesar de
recomendarse las negras y oscuras. El gallo será de buena talla, el cuello
erguido y cubierto de muchas plumas brillantes, el pico corto y grueso, las
orejas grandes y blancas, las barbas y cresta de color de grana muy
encendido, aquella grande y gruesa, las patas fuerte con buenas uñas y
armadas con un buen espolón, los muslos gruesos, largos y bien poblados de
pluma, el pecho ancho, las alas fuertes, la cola grande y encorvada en figura
de hoz. Después de la gallina
común encomienda la moñuda por la calidad de su carne. Por estos textos
podemos comprobar que existían tipos antiguos que hoy han desaparecido, como
la gallina moñuda manchega, la gorga valenciana, la enana andaluza, la
calzada, la rizada, mudicas o manjavias (algunos de esos caracteres
se conservan en razas de exposición) (1) Las que han llegado hasta nuestros
días son las gallinas comunes, de librea negra o colorada y de muy buena
aptitud para la puesta de huevos. Este tipo de gallina se ha diversificado
actualmente en multitud de razas locales. En el siglo XVIII los
ingleses importaron razas de muy diversos lugares (incluidas algunas
españolas) mezclándolas y seleccionándolas en busca de nuevas razas de muy
variadas y extravagantes formas. Entre las razas españolas que los ingleses
adoptaron se encuentran la Andaluza Azul, la Carablanca Española y la
Menorquina, todas ellas representantes del tronco mediterráneo, de plumaje
negro y grandes ponedoras, que los ingleses apreciaron, no por sus cualidades
productivas sino por la vistosidad de su lámina, convirtiéndolas en razas de
exposición. Los norteamericanos desarrollaron la avicultura industrial
seleccionando estirpes de alta capacidad productora de carne o de huevos. Es a principio del
siglo pasado cuando se inicia la avicultura moderna en España impulsada
por Salvador Castelló, quien creó la
Real Escuela de Avicultura en Arenys de Mar y publicó varias revistas
especializadas en el tema. En los años veinte se ensayó la primera cría
industrial y gracias al descubrimiento en 1921 de la técnica que permitía la
determinación del sexo de los pollitos se pudo diversificar la producción
utilizando los machos para engorde y las hembras para puesta. No es hasta 1959 cuando
empezaron a llegar a España las nuevas razas americanas súper-especializadas
que dieron un gran empuje a la avicultura industrial de nuestro país pero que
arrinconaron a las variedades autóctonas hasta abocarlas a la extinción. En 1975 el Departamento
de Genética Animal del INIA inició el Programa de Localización, Conservación
y Estudio Genético de Razas Españolas de Gallinas dirigido por Fernando
Orozco, gracias al cual se pudieron rescatar las razas Andaluza Azul,
Castellana Negra, Menorquina, Carablanca Española, Catalana de El Prat, Villafranquina
Negra, Utrerana, Eusko-Oiloa y Gallo de León. Otras ya se habían extinguido,
como la Paraíso, la Murciana, la Levantina y la Llodiana (García Dory et al.,
1990. Guía de campo de las razas
autóctonas españolas). En Portugal ocurrió
otro tanto y las castas autóctonas sufrieron un dramático retroceso llegando
a extinguirse algunas de ellas, como la Barbuda, la Trasmontana y la
Palleitinha de Madeira. Solo se han conservado tres razas en las zonas
interiores del noroeste: la Preta Lusitana, la Amarela y la Pedresa
Portuguesa Tradicionalmente se han
clasificado las gallinas en tres grupos (aparte de las de pelea y las
ornamentales) por su aptitud y origen: Asiáticas - productoras de carne,
atlánticas – mixtas y mediterráneas – ponedoras. La mayor parte de las
razas ibéricas se encuadran dentro del tipo de las ligeras, ponedoras o
mediterráneas, a excepción de las noroccidentales, como la Gallina de Mos, la
Piñeira, los gallos de León (indio y pardo), la Pita Pinta, la Eusko-Oiloa,
la Pedresa Portuguesa, la Preta Lusitana y la Amarela, que son del tipo
atlántico. También hay otras de tipo intermedio como la Empordanesa y la
Extremeña que comparten características de los tipos mediterráneo y
atlántico. Las mediterráneas presentan la orejilla de color blanco mientras
que las atlánticas lo tienen de color rojo. Comparando el origen,
capa, distribución y sustitución o mezcla de las razas de gallinas ibéricas
con los del porcino ibérico se encuentran varias curiosas coincidencias. En
ambos casos, las poblaciones más antiguas y genuinas son denominadas
mediterráneas, son de capa negra o colorada, se mantienen en la zona central,
sur y este y han sido desplazadas o cruzadas con razas del norte de Europa
(en primera instancia) que se introdujeron por el noroeste y afectaron a las
poblaciones del norte y a las del occidente. Ambas especies sufrieron,
posteriormente, la sustitución sistemática por razas industriales
súper-especializadas. (1) – Nota sobre las
castas antiguas: En Andalucía se están
haciendo intentos por recuperar la raza moñuda: http://enriquerl22.blogspot.com/2010/08/gallina-monuda-o-monua.html En la región de Padua
(Italia) se crían las razas Padovana y Polverana que son moñudas, de carne
muy sabrosa y delicada y que probablemente guarden un estrecho parentesco con
la extinta moñuda manchega. En Francia existen varias razas moñudas, la mayor
parte de plumaje negro con orejilla blanca, como la Pavilly, Houdan, Lyonnaise,
Merlerault, Crévecoeur y Caumont. La Houdan, muy emparentada con la Padovana
italiana, además de ser moñuda suele presentar cinco dedos en cada pata.
También en Holanda, Suiza y Polonia se crían este tipo de gallinas moñudas. Antiguamente, en las
regiones del oeste de Francia se criaba una raza de gallinas llamada Courtes
Pattes (patas cortas) que aún se conserva en manos de criadores aficionados.
Suele ser negra o negra moteada y con orejilla blanca. Probablemente la enana
andaluza a la que hacían referencia Columela, en el siglo I, y Alonso de
Herrera en el siglo XVI sería muy similar. Varias razas de
fantasía conservan el carácter de plumaje rizado al que Alonso de Herrera, a
comienzos del siglo XVI, se refería como “las rizadas”, que tenían las plumas
vueltas y solían ser de capa blanca. Literatura consultada: - Casas, Nicolás, 1857 Diccionario
manual de agricultura y ganadería. - Costa, L.; Leite, J. V.; Lopes, J. C.; Soares, M. L.;
Brito, N. V.. 2005, Razas avícolas
portuguesas: Contributo para la implementación de un programa de mejora
animal. XI Jornadas sobre Producción Animal, Zaragoza, Spain, 11-12 Mayo,
2005 (Volúmenes I & II) 2005 pp. 78-80. - Dieste y Buil, Francisco. 1803, Tratado Económico. - Eriksson J., Larson G., Gunnarsson U. et al. (2008) Identification of the Yellow skin gene
reveals a hybrid origin of the domestic chicken. PLoS Genetics 4,
e1000010. - García Dory et al., 1990. Guía de campo de las razas autóctonas españolas. Alianza
Editorial. - Gongora J., Rawlence N.J., Mobegi V.A. et al. (2008) Indo-European and Asian origins for
Chilean and Pacific chickens revealed by mtDNA. Proceedings of the
National Academy of Sciences of the United States of America 105, 10308–13.. - Groeneveld, L.F.; Lenstra, J.A.; Eding, H.; Toro, M.A.;
Scherf, B.; Pilling, D.; Negrini, R.; Finlay, E.K.; Jianlin, H.; Groeneveld,
E.; Weigend, S. GLOBALDIV Consortium. Genetic
diversity in farm animals - a review. Anim. Genet. 2010, 41, 6-31. - Herrera, Alonso de, 1513, Tratado de Agricultura general. - Moderatus, Lucius Junius “Columela”, 42, Res rustica. - Nishibori M., Shimogiri T., Hayashi
T. & Yasue H. (2005) Molecular
evidence for hybridization of species in the genus Gallus except for Gallus
varius. Animal Genetics 36, 367–75. - Storey AA, et al. (2007) Radiocarbon and DNA evidence for a pre-Columbian introduction of
Polynesian chickens to Chile. Proc Natl Acad Sci USA 104:10335–10339. - Valcarcel, Joseph Antonio. 1765, Agricultura General y gobierno de la casa de campo. |
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