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Toro
de Guisando Calzada
del Puerto del Pico Escudo
de armas de la Mesta Ovejas
trashumantes Caballo
sorraia Vacada
trashumante Yegua
losina
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LA MESTA
Es muy probable que estas prácticas
ganaderas, de existir, se mantuvieran tras la romanización La
invasión musulmana y la contraofensiva de los reyes de León, provocó un
retroceso a la situación pre-romana. Muchos campos se dejaron de labrar ya
que las continuas razias hacían imposible la agricultura. La mayor parte de
la población del valle del Duero se retiró hacia el norte, quedando,
prácticamente despoblado. El “ganado silvestre” y el cimarrón recuperaron sus
antiguos pastos. Tan solo algunos grupos silvo- ganaderos vivían a salto de
mata aprovechando esos pastos con sus ganados y capturando a los silvestres,
de una manera muy similar a como lo habían hecho las tribus nativas. Estos
grupos ganaderos tuvieron un papel muy importante en la reconquista, ya que
ellos eran la vanguardia, los conocedores del terreno, los rastreadores y los
informadores. Estos hombres de frontera fueron los que saltaron de la Castilla Vetula al Sistema Ibérico y
de él al Sistema Central hasta Ávila y de allí a Extremadura, logrando
recuperar los ancestrales pastizales y rutas de trashumancia.
Seguramente su móvil fue más la recuperación de sus intereses ganaderos que
la defensa de la cristiandad, pero su acción fue decisiva, (como lo demuestra
la Crónica de población de Ávila) y
permitió que al cerrar por su límite sur el valle del Duero, tras ellos
llegasen los reyes y condes, con sus torres, sus mesnadas, sus clérigos y sus
labradores, que hicieron posible la recuperación de la sociedad agraria. En el año 1.273 nace
la Mesta. Esta organización agrupaba a todos los ganaderos serranos, en
defensa de sus privilegios para hacer con sus ganados la ancestral
trashumancia entre los pastos de verano, en los puertos de Castilla y León, y
los pastos de invierno, en las vegas del Guadiana y del Guadalquivir. Con el
tiempo fueron los nobles los máximos propietarios de ganado. Esta
trashumancia se realizaba primordialmente con ovejas de la raza merina, de
cuya lana había mucha demanda en Europa, por su extraordinaria finura y por
ser España su exclusivo productor. La Mesta tuvo indirectamente, una gran
trascendencia en la cría caballar de Castilla y León ya que sus pastores
estaban autorizados a llevar yeguas con las que transportaban sus enseres. El
número de yeguas que podían llevar se limitó a 10 por cada 1.000 ovejas. A
finales del siglo XVIII, se calcula que la Mesta poseía 5.000.000 de ovejas,
de donde resulta que los pastores de la Mesta eran propietarios de 50.000
yeguas. Esta enorme cantidad de caballos hacía el viaje anual entre los
puertos del norte y las vegas del sur, regando con su progenie todos los
lugares por los que pasaba. Con estos rebaños bajaron las jacas castellanas.
Sus crías las vendían al destete, a los seis meses, en invierno, en el sur,
lo que empezó a influir en su población caballar, por lo que las autoridades
tomaron medidas al respecto. Pero la fuerza de esta organización era mucha, y
el Rey Juan II (1406 – 1454) saliendo
en defensa de los privilegios de la Mesta, remite (el 21 de julio de 1417) a
sus justicias una carta en la que dice:
“Sepades que los homes buenos del Concejo de la Mesta de mis reinos se me
imbiaron querellar y dice: que cuando los pastores pasan a los estremos con
sus ganados que Vos dichos alcaldes y guardas o algunos de Vos que los
escribides y facedes escribir todos los caballos y yeguas y potros y
potrancas de ellos”. Esta protección de los monarcas a los
intereses de los pastores de la Mesta se mantuvo con los Reyes Católicos y
con Carlos I, que en su Cédula de 1525. ordena que se guarden los privilegios
de la Mesta y de sus caballos. Sin embargo, Felipe V prohibió a la
Mesta introducir caballos castellanos en Andalucía, Extremadura y Murcia,
aunque en sus Reales Ordenes de 1731 y 1740 rectificó, pero limitando a 7
yeguas por cada 1.000 ovejas. Carlos III, presionado por el Honrado
Concejo de la Mesta, amplió, en 1776, el número de yeguas “hateras” de 7 a 10
por cada mil, pero, para evitar abusos, obligó a marcar a las yeguas de la
Mesta cortándolas la punta de la oreja izquierda (yeguas “tronzas”) y prohíbe
vender sus caballos en el sur. Carlos IV mantiene y amplía la
ordenanza de Carlos III En 1836 se disuelve la Mesta, si
bien la trashumancia ha proseguido hasta hoy en día. La práctica de la
trashumancia ha influido decisivamente en las poblaciones caballares de las
zonas afectadas, tanto las del sur, las del norte como las de tránsito. Los
pastores usaban las yeguas para el transporte de su equipaje, enseres y
rediles, pero pronto descubrieron la manera de sacarse un sobresueldo con el
tráfico de estos animales. Cuando bajaban al sur llevaban jacas y cuando regresaban lo hacían con yeguas. De
esta forma suministraban jacas a los campesinos del sur y yeguas para la
producción mulatera a los del norte. En el libro Caballos, mulos,
asnos. Equinotécnia de D. Santos Arán, podemos leer la siguiente reflexión: “Se
cree que el perfil, como animales de procedencia oriental, era recto; y, sin
embargo, en Asturias sobre todo y en Galicia abundan los que lo poseen
convexo, ¿Cómo se ha producido esta variación? Pensando en ello, llegamos a
creer que acaso no sea una variación, sino un hecho lógico, hijo de la
trashumación. Al examinar aquellos caballos,
algunos nos recordaban muchísimo los vistos tantas veces por nosotros en
tierras cacereñas y de Badajoz, con su perfil acarnerado, más o menos
acentuado, y sus anchuras de grupa. Cómo no relacionar este hecho
con la trashumación, con el traslado de las grandes cabañas, sobre todo en
otros tiempos, desde Extremadura a Segovia y a las montañas de León y de
Asturias. Todavía hoy van algunas a estas montañas, y nosotros recordamos,
por haberlo comentado en conversaciones con los interesados, que hasta hace
pocos años sólo en la cabaña del señor marqués de Perales su personal de
pastores tenía, para conducir hatos, menaje, ropero, etc., ochenta yeguas con
su semental, y ésta era una de las que iban a las proximidades de Asturias
desde Extremadura. Todas estas yeguas eran
seguramente de Extremadura, de las proximidades de Villanueva de la Serena,
donde siempre han permanecido los rebaños de Perales, y es lógico pensar que
tanto muchas de aquéllas como sus potros quedasen en Asturias, volviendo los
pastores con el importe de éstos, para adquirir otras yeguas que consideran
mejores y aumentar poco a poco el valor de las mismas. De este modo, el caballar
extremeño, tan distante de Asturias, pudo infiltrarse en esta provincia e
incluso extenderse por las limítrofes, contribuyendo a cambiar las
característica típica que tenía el autóctono”. Y,
sin contradicción alguna, podemos leer en Tratado de la cría del caballo,
mula y asno, de D. Nicolás Casas (1843), lo siguiente: “En
la Extremadura Alta, si se exceptúan Plasencia, Trujillo y Cáceres, es muy
poco el número de sus producciones; sin embargo, existen en este último punto
las castas de los señores vizconde de la Torre, marqués de santa Marta,
García, Carrasco y otros que han dado y dan caballos muy hermosos, aunque un
poco pequeños”. No deja de ser sorprendente que en las
zonas donde se dan los mejores pastos de montaña (León, Palencia y Soria) se
hayan extinguido las razas caballares autóctonas. Probablemente, la Mesta fue
parcialmente responsable de su difusión y desaparición. En el caso de
Asturias, cabe recordar que su caballo Asturcón desapareció de los Picos de
Europa y que tan solo se conservó en el monte Sueve, monte que está fuera de
las rutas de la trashumancia. |
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