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> De la capa de los losinos

> De las formas de montar

> De las jacas

> Del caballo agrícola-artillero

> La encebra ibérica

 

> Introducción

> Rescate del caballo losino

> Después de mi marcha

> La asociación “El Bardojal”

> El caballo losino, sus orígenes

> Prototipo de la raza losina

> Otros textos

> Investigación

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Toro de Guisando

 

 

 

 

 

 

 

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Calzada del Puerto del Pico

 

 

 

 

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Escudo de armas de la Mesta

 

 

 

 

 

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Ovejas trashumantes

 

 

 

 

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Caballo sorraia

 

 

 

 

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Vacada trashumante

 

 

 

 

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Yegua losina

 

 

LA MESTA

 

          La trashumancia entre los pastos de la Meseta y las vegas del sur debe de ser tan antigua como la propia ganadería. Sabemos que los tartésicos eran grandes ganaderos, y que mantenían contacto con los vettones, que ocupaban las actuales provincias de Ávila y Salamanca, y parte de las de Segovia, Cáceres, Zamora y Toledo, a través del camino que luego se conocería como “Camino de la Plata”. Este pueblo era muy ganadero y a ellos se deben las esculturas de verracos, como los famosos “Toros de Guisando”. Los vettones tenían, a su vez, relaciones con los vacceos, que ocupaban los territorios que hoy se conocen como Valladolid, León, Palencia y parte de Zamora y de Segovia. No sería nada extraño que, en base a la “hóspita celtibérica” hubiesen llegado a acuerdos que les permitiese aprovechar los pastos en trashumancia, desde los puertos de Palencia y León, hasta las vegas extremeñas y andaluzas.

       Es muy probable que estas prácticas ganaderas, de existir, se mantuvieran tras la romanización

       La invasión musulmana y la contraofensiva de los reyes de León, provocó un retroceso a la situación pre-romana. Muchos campos se dejaron de labrar ya que las continuas razias hacían imposible la agricultura. La mayor parte de la población del valle del Duero se retiró hacia el norte, quedando, prácticamente despoblado. El “ganado silvestre” y el cimarrón recuperaron sus antiguos pastos. Tan solo algunos grupos silvo- ganaderos vivían a salto de mata aprovechando esos pastos con sus ganados y capturando a los silvestres, de una manera muy similar a como lo habían hecho las tribus nativas. Estos grupos ganaderos tuvieron un papel muy importante en la reconquista, ya que ellos eran la vanguardia, los conocedores del terreno, los rastreadores y los informadores. Estos hombres de frontera fueron los que saltaron de la Castilla Vetula al Sistema Ibérico y de él al Sistema Central hasta Ávila y de allí a Extremadura, logrando recuperar los ancestrales pastizales y rutas de trashumancia. Seguramente su móvil fue más la recuperación de sus intereses ganaderos que la defensa de la cristiandad, pero su acción fue decisiva, (como lo demuestra la Crónica de población de Ávila) y permitió que al cerrar por su límite sur el valle del Duero, tras ellos llegasen los reyes y condes, con sus torres, sus mesnadas, sus clérigos y sus labradores, que hicieron posible la recuperación de la sociedad agraria.

En el año 1.273 nace la Mesta. Esta organización agrupaba a todos los ganaderos serranos, en defensa de sus privilegios para hacer con sus ganados la ancestral trashumancia entre los pastos de verano, en los puertos de Castilla y León, y los pastos de invierno, en las vegas del Guadiana y del Guadalquivir. Con el tiempo fueron los nobles los máximos propietarios de ganado. Esta trashumancia se realizaba primordialmente con ovejas de la raza merina, de cuya lana había mucha demanda en Europa, por su extraordinaria finura y por ser España su exclusivo productor. La Mesta tuvo indirectamente, una gran trascendencia en la cría caballar de Castilla y León ya que sus pastores estaban autorizados a llevar yeguas con las que transportaban sus enseres. El número de yeguas que podían llevar se limitó a 10 por cada 1.000 ovejas. A finales del siglo XVIII, se calcula que la Mesta poseía 5.000.000 de ovejas, de donde resulta que los pastores de la Mesta eran propietarios de 50.000 yeguas. Esta enorme cantidad de caballos hacía el viaje anual entre los puertos del norte y las vegas del sur, regando con su progenie todos los lugares por los que pasaba. Con estos rebaños bajaron las jacas castellanas. Sus crías las vendían al destete, a los seis meses, en invierno, en el sur, lo que empezó a influir en su población caballar, por lo que las autoridades tomaron medidas al respecto. Pero la fuerza de esta organización era mucha, y el Rey  Juan II (1406 – 1454) saliendo en defensa de los privilegios de la Mesta, remite (el 21 de julio de 1417) a sus justicias una carta en la que dice: “Sepades que los homes buenos del Concejo de la Mesta de mis reinos se me imbiaron querellar y dice: que cuando los pastores pasan a los estremos con sus ganados que Vos dichos alcaldes y guardas o algunos de Vos que los escribides y facedes escribir todos los caballos y yeguas y potros y potrancas de ellos”.

        Esta protección de los monarcas a los intereses de los pastores de la Mesta se mantuvo con los Reyes Católicos y con Carlos I, que en su Cédula de 1525. ordena que se guarden los privilegios de la Mesta y de sus caballos.

       Sin embargo, Felipe V prohibió a la Mesta introducir caballos castellanos en Andalucía, Extremadura y Murcia, aunque en sus Reales Ordenes de 1731 y 1740 rectificó, pero limitando a 7 yeguas por cada 1.000 ovejas.

       Carlos III, presionado por el Honrado Concejo de la Mesta, amplió, en 1776, el número de yeguas “hateras” de 7 a 10 por cada mil, pero, para evitar abusos, obligó a marcar a las yeguas de la Mesta cortándolas la punta de la oreja izquierda (yeguas “tronzas”) y prohíbe vender sus caballos en el sur.

       Carlos IV mantiene y amplía la ordenanza de Carlos III

En 1836 se disuelve la Mesta, si bien la trashumancia ha proseguido hasta hoy en día. La práctica de la trashumancia ha influido decisivamente en las poblaciones caballares de las zonas afectadas, tanto las del sur, las del norte como las de tránsito. Los pastores usaban las yeguas para el transporte de su equipaje, enseres y rediles, pero pronto descubrieron la manera de sacarse un sobresueldo con el tráfico de estos animales. Cuando bajaban al sur llevaban jacas  y cuando regresaban lo hacían con yeguas. De esta forma suministraban jacas a los campesinos del sur y yeguas para la producción mulatera a los del norte.

En el libro Caballos, mulos, asnos. Equinotécnia de D. Santos Arán, podemos leer la siguiente reflexión:

“Se cree que el perfil, como animales de procedencia oriental, era recto; y, sin embargo, en Asturias sobre todo y en Galicia abundan los que lo poseen convexo, ¿Cómo se ha producido esta variación? Pensando en ello, llegamos a creer que acaso no sea una variación, sino un hecho lógico, hijo de la trashumación.

       Al examinar aquellos caballos, algunos nos recordaban muchísimo los vistos tantas veces por nosotros en tierras cacereñas y de Badajoz, con su perfil acarnerado, más o menos acentuado, y sus anchuras de grupa.

       Cómo no relacionar este hecho con la trashumación, con el traslado de las grandes cabañas, sobre todo en otros tiempos, desde Extremadura a Segovia y a las montañas de León y de Asturias. Todavía hoy van algunas a estas montañas, y nosotros recordamos, por haberlo comentado en conversaciones con los interesados, que hasta hace pocos años sólo en la cabaña del señor marqués de Perales su personal de pastores tenía, para conducir hatos, menaje, ropero, etc., ochenta yeguas con su semental, y ésta era una de las que iban a las proximidades de Asturias desde Extremadura.

       Todas estas yeguas eran seguramente de Extremadura, de las proximidades de Villanueva de la Serena, donde siempre han permanecido los rebaños de Perales, y es lógico pensar que tanto muchas de aquéllas como sus potros quedasen en Asturias, volviendo los pastores con el importe de éstos, para adquirir otras yeguas que consideran mejores y aumentar poco a poco el valor de las mismas.

       De este modo, el caballar extremeño, tan distante de Asturias, pudo infiltrarse en esta provincia e incluso extenderse por las limítrofes, contribuyendo a cambiar las característica típica que tenía el autóctono”.

       Y, sin contradicción alguna, podemos leer en Tratado de la cría del caballo, mula y asno, de D. Nicolás Casas (1843), lo siguiente:

“En la Extremadura Alta, si se exceptúan Plasencia, Trujillo y Cáceres, es muy poco el número de sus producciones; sin embargo, existen en este último punto las castas de los señores vizconde de la Torre, marqués de santa Marta, García, Carrasco y otros que han dado y dan caballos muy hermosos, aunque un poco pequeños”.

       No deja de ser sorprendente que en las zonas donde se dan los mejores pastos de montaña (León, Palencia y Soria) se hayan extinguido las razas caballares autóctonas. Probablemente, la Mesta fue parcialmente responsable de su difusión y desaparición. En el caso de Asturias, cabe recordar que su caballo Asturcón desapareció de los Picos de Europa y que tan solo se conservó en el monte Sueve, monte que está fuera de las rutas de la trashumancia.  

 

 

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