Jinete
ibero. Al-Hakam
II Enrique
IV |
La gineta. (*) La gineta era un método
de equitación muy distinto a la brida o a la estradiota, mucho más sofisticado
y refinado. Pedro Fernández de Andrada decía, comparando la gineta con los
otros sistemas: “pero son tan
diferentes los enfrenamientos, reglas y castigos de la Gineta, como todo el
mundo sabe”, y ciertamente, la gineta difiere de la brida y la estradiota
en cuanto a su origen, en su filosofía, en sus reglas, en su silla, en su
forma de pelear, en su freno y en el tipo de caballos sobre la que se creó,
ya que la gineta es un método para sacar partido a las cualidades del caballo
ibérico (y/o berberisco, que viene a ser lo mismo). (*) He decidido mantener
la grafía antigua (con g en lugar de j) porque desde su gestación hasta
mediado el siglo XIX fue así como se escribió, no siendo hasta después de
muerta cuando se le cambió el nombre; lo cual me parece feo. Origen de la gineta. Tradicionalmente se ha
considerado la gineta como “la forma de montar propia de los moros”, pero
esta cuestión requiere de una revisión y varias reflexiones. La manera de pelear a
caballo con lanza y adarga de la gineta no difería mucho de la que utilizaron
las tribus ibéricas desde el Neolítico hasta la Edad Media pero es evidente
que la invención de la gineta estriba en la del estribo (valga la
redundancia) ya que, una de las características más acusadas de esta forma de
montar, es llevar cortas sus aciones, por lo que resulta imposible que este
estilo de equitación surgiera antes de la invención de éstos. El problema es
que aún se desconoce en qué momento se produjo esa fusión. Llegada de los estribos a Europa occidental. La teoría clásica dice
que el estribo era un invento chino que apareció en Europa de la mano (en
este caso de los pies) de los hunos. Los vándalos, suevos, alanos, ostrogodos
y visigodos habrían aprendido su uso a fuerza de sufrir numerosas derrotas
militares infligidas por aquel pueblo asiático. Los godos, a su vez, habrían
derrotado a las legiones de Roma en la batalla de Adrianópolis, en el año
378, gracias a la superioridad técnica que el uso de los estribos aportó a su
caballería sobre la romana: “A finales
del siglo IV los hunos ya habían trasmitido el uso del estribo a los
visigodos, algo que acabaría resultando fatal para el Imperio romano” (Breve Historia Del Imperio Bizantino,
David Barreras, Cristina Durán Gómez. Ediciones Nowtilus S.L., 01/02/2010) Según esta hipótesis,
los estribos habrían llegado a Hispania, con esas tribus bárbaras, en el año
409. Sin embargo, la mayor
parte de los investigadores actuales no tienen en consideración esa teoría y
mantienen que no se generalizó el uso de los estribos en Europa occidental
hasta que no lo adoptaron los francos, a finales del siglo VIII: “Supuestamente, los visigodos habrían
utilizado estribos, y su caballería se había convertido en un arma eficaz
capaz de romper las invencibles formaciones de infantería que durante mil
años habían dominado los campos de batalla. Pero lo cierto es que no hay
ninguna evidencia textual o arqueológica sobre el uso del estribo antes del
siglo VIII”, “No hay evidencias, ni arqueológicas, ni textuales, de que los
visigodos (de Toledo-S.VI) usaran
el estribo, por lo tanto, debe considerarse que la caballería, a pesar de su
importancia, tuvo entre ellos un desarrollo limitado” […] “Efectivamente, los
francos usaron estribos durante la segunda mitad del siglo VIII y fueron sus
promotores en el campo militar”. (Breve
historia de la guerra antigua y medieval. (Francisco Xavier Hernández
Cardona, Xavier Rubio Campillo. Ediciones Nowtilus S.L., 01/01/2010). (*) (*) La ausencia de
restos arqueológicos no es determinante en este asunto ya que, en España, se
han usado, desde tiempos remotos, estribos de madera, que muy difícilmente
dejan evidencias arqueológicas. En la Crónica del Condestable Miguel Lucas de
Iranzo (S. XV) dice, refiriéndose al rey Enrique IV y al obispo de Jaén: “a quien el mismo señor Rey sacó de andar
caballero en un asno hipócritamente con estribos de palo” y, hasta el día
de hoy, se han utilizado estribos de madera en las áreas rurales del norte de
la península, probablemente antecesores de los usados por los huasos
chilenos. Algunos autores
consideran que el uso de los estribos no se hizo habitual en Andalucía hasta
el siglo décimo. Sin embargo sabemos que el Imperio bizantino conocía los
estribos desde el siglo VI o VII, ya que en el Strategikon, obra bizantina de
temática militar escrita durante el reinado de Mauricio I (582-602) o de su
sucesor, Focas (602-610), se hace referencia a ellos. Durante esos siglos, el
cuarto sudoriental de la península Ibérica fue la Provicia Spaniae de Bizancio, por lo que deberían haberse
conocido antes en Andalucía y levante que en el resto de Europa occidental.
Más aún teniendo en cuenta que los visigodos mantuvieron guerra contra los
bizantinos y lograron expulsarles de este territorio (565-624). Adopción de los estribos por los árabes. Desde la fundación del
Imperio bizantino, tras la escisión del Imperio romano en el siglo IV, hasta
el siglo VII, los conflictos entre Bizancio y el Imperio sasánida fueron
constantes y contribuyeron a la creación y desarrollo de la caballería pesada
(asawara – catafractos). En el año 496, el rey
sasánida Kavadh I fue depuesto por la aristocracia persa por haber intentado
aplicar algunas reformas de corte comunista. Logró escapar de sus enemigos y
se refugió en las tribus de hunos blancos que habitaban al norte de las
fronteras del imperio. Dos años más tarde Kavadh I regresó acompañado de un
gran ejército cedido por el rey de los hunos blancos y retomó el imperio. Se
supone que, para el siglo V, el ejército huno, que estaba mayoritariamente
compuesto por caballería, ya usaba los estribos, por lo que bien podría haber
sido este el momento en que entrasen en la cultura sasánida. En cualquier
caso, su asimilación debió ser muy lenta (como también les ocurrió a otros
pueblos) ya que, en el Cabinet des Médailles de la Biblioteca Nacional de
Francia, conservan un plato metálico en el que aparece el rey sasánida
Cosroes I (531-579) cabalgando sin estribos. Escena de
caza del rey Cosroes I. (Wikipedia) Probablemente, la
caballería catafracta bizantina adoptó los estribos, en el siglo VI, para
equipararse con la de su enemigo, la caballería persa asawara. En el siglo VII, ambos
imperios se encontraban en tal grado de debilidad que los árabes arrebataron a
Bizancio los territorios del actual Egipto, Jordania, Palestina y Libano
(633-645) y les bastaron cinco años (646–651) para apoderarse de la totalidad
del Imperio sasánida (Irán, Irak, Armenia, Afganistán, oriente de Turquía y
Siria, parte de Paquistán, el Cáucaso y Asia Central). Sin embargo, parece que
los árabes adoptaron los estribos con posterioridad a la invasión del Imperio
sasánida; según Nicolle, David, (The
Armies of Islam 7th-11th Centuries, Osprey, London, 1982) a finales del siglo
VII, el Gobernador árabe de Jorasán (provincia oriental iraní) impuso a su
caballería el uso de los estribos; sus soldados los rechazaban por
considerarlos un artilugio afeminado. En la siguiente
pintura, que decoraba el suelo del salón del alcázar Hayr al-Garbi, mandado
construir por el Califa Hisham ibn Abd al-Malik, de la dinastía Omeya, en el
año 727, cerca de Palmira (Siria), se puede observar a un jinete
(supuestamente árabe, aunque va vestido al estilo sasánida) que monta con
estribos. Lleva las aciones largas (los pies descienden por debajo del tronco
del caballo) y usa silla del tipo persa. El Califa Hisham ibn Abd al-Maliki
era hermano y sucesor de Yazid II, Califa en cuyo reinado se conquistó
Hispania. La pintura solo es 16 años posterior a ese hecho, por lo que se
podría suponer que cuando vinieron ya conocían los estribos, lo que no
equivale necesariamente que su uso estuviese generalizado. Jinete árabe con estribos. Pintura
de estilo sasánida que decoraba el suelo del salón del alcázar Hayr al-Garbi,
construido cerca de Palmira (Siria) por el Califa Hisham ibn Abd al-Malik, de
la dinastía Omeya, en el año 727. Hoy en el Museo Nacional de Damasco De los sasánidas tomaron
también su caballería pesada o asawara, muy similar a la de los catafractos
bizantinos, en la que tanto el caballo como el jinete, iban completamente
cubiertos con armaduras, Según David Nicolle los árabes la copiaron de los
bizantinos. En cualquier caso los
árabes, tanto en su caballería ligera como en la pesada, usaban el estribo
largo, al estilo de los imperios Bizantino y Sasánida (los dos imperios sobre
el que se edificó el Musulmán) por lo que no es probable que ellos fuesen los
creadores de la gineta. De hecho, cuando los
caballeros cruzados llegaron a Tierra Santa (siglos XI-XIII) no encontraron a
los musulmanes montando a la gineta, sino con un estilo muy similar a la
brida; no usaban el freno de la gineta, sino filetes y frenos bridones, y llevaban
las piernas estiradas al igual que ellos, ya que ambos contendientes usaban
sistemas de equitación hermanos, descendientes del desarrollado por los
imperios bizantino y sasánida. Saladino
(izquierda) se enfrentan a los cruzados. S. XII (wikipedia) No se puede decir, por
tanto, que la gineta fuese el estilo de equitación utilizado por el imperio
Musulmán porque sólo se usó en su parte más occidental, en la zona
ibero-magrebí. Los estribos en el Magreb. Los estribos podrían
haber llegado al norte de África con los bizantinos, que arrebataron Cartago
a los vándalos en el 534, o con los árabes, que expulsaron a los bizantinos
del norte de África en el año 698 (aunque luego regresarían efímeramente),
pero es posible que aún no estuviese muy extendido su uso entre ninguno de
los contendientes y que su adopción por parte del pueblo bereber fuese muy
lenta, de forma similar a lo que les ocurrió con el freno, que lo habrían
conocido desde la prehistoria por los hispanos, ya que en la península Ibérica
el manejo de caballos enfrenados data, al menos, desde la primera Edad de
Hierro o, de no haber sido así, les
hubiese llegado con los fenicios en el 814 a. C., pero tardaron muchos siglos
en adoptarlo, como demuestra el hecho de que la caballería númida, de la que
procede la cultura ecuestre magrebí, se caracterizaba precisamente por montar
sus caballos sin intervención de freno ni cabezada. Pascual Caracciolo, en “La gloria del cavallo” (1566),
parafraseando a Tito Livio, lo cuenta así: “Los moros, antiguamente, usaban cabalgar los caballos en cerro, con
ciertos collares de madera o de pelo, de los cuales pendían las riendas
hechas de junco; y con frecuencia corrían en pié sobre los caballos, como se
vigía ahora en nuestros tiempos, que parece increíble”. Caballería
númida en la columna de Trajano. Año 114. Este sistema de
equitación, además de muy meritorio, es de gran trascendencia (aunque no
reconocida) ya que sin hacer uso de métodos coactivos (no usaban freno, jáquima,
ni espuelas) lograban la absoluta sumisión de sus caballos, no ya para
valerse de ellos en placenteros paseos, sino para entrar en combate contra
las más aguerridas legiones, poniéndoles en trance de perder la vida (los
caballos tienen muy desarrollada su capacidad para detectar el peligro y por
instinto lo rehúyen), hasta el punto que se convirtieron en la caballería,
junto con la ibera y la celtibera, más eficaz de la antigüedad. La diferencia
con otros sistemas estriba en no considerar al caballo como un animal necio
al que hay que dominar mediante castigos aplicados con instrumentos brutales,
sino procurando su entrega voluntaria mediante la seducción lograda con el
buen trato. Estas técnicas tendrían gran importancia para el desarrollo de la
gineta y, a través de ésta, pasarían, en menor grado, a la equitación clásica
y a la moderna. Creo, por tanto, muy
probable que la gineta surgiese en el Magreb y que llegase al califato de
Córdoba en el siglo X, posiblemente con la incorporación de tropas bereberes
en el ejército califal que inició al-Hakam II (961-976) e impulsó su ministro
Almanzor, quien eliminó el sistema de recluta nacional y lo sustituyó por la
incorporación masiva de mercenarios africanos. Los califas anteriores habían
sido muy reacios a incorporar tropas africanas en su ejército, e incluso el
propio al-Hakan, según cuenta ibn Hayyan en su Muqtabis: “Llegó a asomarse…para contemplar a los
jinetes bereberes, cuando evolucionaban escaramuzando, y no les quitaba ojo,
lleno de asombro. Mirad –decía a los que le rodeaban- con qué naturalidad se
tienen estas gentes a caballo. Parece que es a ellos a quien alude el poeta
cuando dice: Diríase que nacieron debajo de ellos y que ellos nacieron sobre
sus lomos. ¡Qué asombrosa manera de manejarlos, como si los caballos
comprendiesen sus palabras! Y los que le oían se maravillaban de la rapidez
con que había cambiado de opinión respecto de los bereberes”. El ejército
cordobés pasó a componerse fundamentalmente de tropas bereberes de
caballería, a las que se respetó su organización interna y su equipo
tradicional. A partir de ese momento conviven en Andalucía dos tipos de silla
de montar, la propia y la africana, que tenía los arzones bastante más
elevados. (Leví Provençal, Historia de
España, Vol. V, Espasa Calpe, 1957) Jinete
musulmán montando con estribos “a la gineta”. Arca de Leire (año 1005) Es posible que el
nombre de gineta, dado a este estilo ecuestre, proceda de la tribu de los
zenetas, ya que el primer escuadrón de caballería que cruzó el estrecho para
incorporarse a las tropas califales de al-Hakan II fue el de los Banu Birzal,
fracción de la tribu de los Banu Dammar, del sur de Túnez (Leví Provençal),
que pertenecía a la dinastía de los zenetas, si bien posteriormente acudieron
muchas otras tribus de Marruecos y Argelia que usarían el mismo sistema de
equitación. Aunque el origen de la
gineta es africano, no cabe duda de que fue en al-Andalus donde evolucionó y
alcanzó su máxima expresión. La gineta es ante todo un sistema para hacer la
guerra a caballo (“hacer mal a caballo” decían en el siglo XVI), Vargas
Machuca dice en su libro “Exercicios de
la Gineta” (1619): “Porque la
invención de la gineta fue para la guerra, y para ella se aplicó la lanza y
adarga”, por lo que cabe suponer que se forjaría en la frontera o frente
de guerra entre musulmanes y cristianos, en lo que los musulmanes llamaban
“territorio de la guerra santa” (dar chihad) Según esta hipótesis,
la gineta sería otro producto cultural hispanomusulmán, como el arte califal,
el nazarí o el mudéjar, y no el menor, a juzgar por su repercusión. La gineta fue adoptada
progresivamente por algunos reinos cristianos como Portugal y Castilla y León
pero probablemente se consolidase en el siglo XIII, durante el reinado de
Fernando III, cuando se tomó la Baja Andalucía y entraron en el contingente
castellano las tropas del Califa de Baeza, al-Bayasi (1224). Su eficacia quedó tan
patente que en las Cortes de Alcalá, celebradas en 1348, se llegó a prohibir
que los hombres de armas y sus caballos castellanos entrasen en tierra de
moros: “Otrosy en la frontera del
rregno de Murcia porque todos andan a la gineta, que ninguno no pueda traer
cauallo castellano y que teniendo los cauallos ginetes segunt son tenudos,
non entre en ellos en las huestes nin en las caualgadas a tierra de moros”.
(CARMONA RUIZ, María Antonia. El
caballo andaluz y la frontera del reino de Granada. Cuad. Hist. Esp.,
ene./dic. 2006, vol.80, p.55-63. ISSN 0325-1195.) En el siglo XV, durante
el reinado de Enrique IV, llegó a imponerse de tal manera que desplazó a la
brida; Enríquez del Castillo, capellán, embajador y consejero de ese monarca
decía de él: “Era gran cabalgador de la
gineta, y usavalo de contino, tanto que los del reyno a su exemplo
conformados dexaron la polecía de ser hombres de armas”. La composición
de la caballería castellana, durante el reinado de este monarca, llegó a ser
de más de tres jinetes por cada hombre de armas: En la entrada que hizo el 4
de junio de 1455, para talar la vega de Granada, llevó 3.000 hombres de armas
y 8.000 jinetes y en la que hizo al siguiente año para talar la vega de
Málaga, se juntaron en los prados de Antequera 800 hombres de armas y 3.000
jinetes. Durante el siglo XVI,
la gineta alcanzaría su máximo apogeo, al decir de Andrada: “Teniendo los mejores caballos del mundo, y
el arte más cultivada, y puesta en su punto, que nunca estuvo”. En la
campaña del Rosellón (1503) se enfrentó a la caballería francesa, demostrando
su superioridad; según Gonzalo de Ayora, la caballería del duque de Alba se
componía de 1.500 jinetes y 1.500 hombres de armas. Sin embargo, en España
siempre se ha considerado que esta forma de montar era cosa de los moros, sin
tener en cuenta que en su génesis participaron los dos bandos rivales, que el
bando musulmán estaba también compuesto mayoritariamente por hispanos (de
religión musulmana), o que fue una pieza clave en la historia de nuestro país
durante la reconquista, pero también durante la conquista de América, en las
acciones de África y en las guerras europeas del siglo XVI. Probablemente eso sea
debido a que, una vez terminada la conquista de Granada y alejado el peligro
musulmán, la gineta, que es una escuela que requiere de mucho entrenamiento,
tanto por parte del jinete como del caballo, fue cayendo en desuso (*). De
eso se quejan todos los autores del siglo XVI y XVII consultados y reconocen
que el afán por evitarlo es la primera de las motivaciones que les llevaron a
escribir sus respectivos libros. Sin embargo, en el norte de África, desde
Marruecos a Mauritania y desde Chad a Libia, se mantuvo esta escuela y aún
hoy pervive. (*) En las costas del
sur de España se mantuvo por más tiempo la gineta porque era necesaria para
hacer frente a las incursiones de los piratas berberiscos. Andrada elogia la
experiencia de Pedro de Aguilar en pelear a la gineta: “Por vivir en la costa, donde cada día se ejercita este género de
contienda”. También contribuirían a
crear esa idea las campañas africanas, como la toma de Melilla (1497), de
Mazalquivir (1505-1708 y 1732-1792), Orán (1509-1708 y 1732-1792), Tremecén
(1510, 1518 y 1542), Honein (1531-1535), Mostagenem (1510), Cherchel (1530 y
1533), Argel (1516, 1519, 1528, 1541 y 1573), Bugía (1510-1555), Bona (1535),
Bicerta (1535-1573), La Goleta (1535-1574), Túnez (1535 y 1573-1574), Sousa
(1541-1548), Monastir (1541-1548), Mahdia (1550-1553), Gelves (1510, 1520 y
1560), Trípoli (1510-1551), y otras. En todas estas campañas se capturó mucho
botín de guerra, y entre los más apreciados por los soldados estaban los
arreos de la gineta, que luego se traían a España. También estos objetos
figuraban de forma preferente entre los bienes que debían entregar las plazas
reducidas, como se puede apreciar en las Capitulaciones de Tremecén, firmadas
ante Hugo de Moncada: “...de primero de
octubre de 1521 años... Así mismo se ha obligado... el rey de Tremecén de dar
al emperador... cada año de los por que se asienta la paz, un presente de
cosas de la gineta y otras cosas, cual convenga para entre reyes". A cambio, sus súbditos quedaban autorizados a
mercadear con los puertos españoles sus productos, entre los que también se
encontraban los arreos de la gineta. Todo este flujo de
productos de origen norteafricano sobre el mercado español creó gran consumo
de artículos de equitación moriscos. Pedro de Aguilar decía: “digo que los estribos y espuelas que yo
he visto de muy mejor talle y parecer, son los que traen del reino de
Tremecén, por ser los estribos de muy buen garbo y las espuelas pulidas y de
muy buen arte”. Así se puso de moda el uso de estribos, frenos,
cabezadas, pretales, sillas, corazas, bozales, chinelas y borceguíes
berberiscos entre los caballeros españoles, quienes llegaban incluso a
disfrazarse de moros en los juegos de cañas, lo que contribuyó a crear en el
subconsciente colectivo la idea de que la gineta era “la forma de montar
propia de los moros”.
Ricardo de Juana, 2012. Principio del documento
La gineta, descripción. |
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