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Caballos del Renacimiento.

- El caballo de la España del Renacimiento.

- Léxico de la anatomía del caballo.

- Capas del caballo.

- La brida.

- La estradiota.

- La gineta, su origen.

- La gineta, descripción.

- La gineta, difusión.

- Diferencias entre gineta y brida.

 

 

 

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Jinete ibero.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Al-Hakam II

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Enrique IV

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La gineta. (*)

 

La gineta era un método de equitación muy distinto a la brida o a la estradiota, mucho más sofisticado y refinado. Pedro Fernández de Andrada decía, comparando la gineta con los otros sistemas: “pero son tan diferentes los enfrenamientos, reglas y castigos de la Gineta, como todo el mundo sabe”, y ciertamente, la gineta difiere de la brida y la estradiota en cuanto a su origen, en su filosofía, en sus reglas, en su silla, en su forma de pelear, en su freno y en el tipo de caballos sobre la que se creó, ya que la gineta es un método para sacar partido a las cualidades del caballo ibérico (y/o berberisco, que viene a ser lo mismo).

(*) He decidido mantener la grafía antigua (con g en lugar de j) porque desde su gestación hasta mediado el siglo XIX fue así como se escribió, no siendo hasta después de muerta cuando se le cambió el nombre; lo cual me parece feo.

 

Origen de la gineta.

Tradicionalmente se ha considerado la gineta como “la forma de montar propia de los moros”, pero esta cuestión requiere de una revisión y varias reflexiones.

La manera de pelear a caballo con lanza y adarga de la gineta no difería mucho de la que utilizaron las tribus ibéricas desde el Neolítico hasta la Edad Media pero es evidente que la invención de la gineta estriba en la del estribo (valga la redundancia) ya que, una de las características más acusadas de esta forma de montar, es llevar cortas sus aciones, por lo que resulta imposible que este estilo de equitación surgiera antes de la invención de éstos. El problema es que aún se desconoce en qué momento se produjo esa fusión.

 

Llegada de los estribos a Europa occidental.

La teoría clásica dice que el estribo era un invento chino que apareció en Europa de la mano (en este caso de los pies) de los hunos. Los vándalos, suevos, alanos, ostrogodos y visigodos habrían aprendido su uso a fuerza de sufrir numerosas derrotas militares infligidas por aquel pueblo asiático. Los godos, a su vez, habrían derrotado a las legiones de Roma en la batalla de Adrianópolis, en el año 378, gracias a la superioridad técnica que el uso de los estribos aportó a su caballería sobre la romana: “A finales del siglo IV los hunos ya habían trasmitido el uso del estribo a los visigodos, algo que acabaría resultando fatal para el Imperio romano” (Breve Historia Del Imperio Bizantino, David Barreras, Cristina Durán Gómez. Ediciones Nowtilus S.L., 01/02/2010)

Según esta hipótesis, los estribos habrían llegado a Hispania, con esas tribus bárbaras, en el año 409.

Sin embargo, la mayor parte de los investigadores actuales no tienen en consideración esa teoría y mantienen que no se generalizó el uso de los estribos en Europa occidental hasta que no lo adoptaron los francos, a finales del siglo VIII: “Supuestamente, los visigodos habrían utilizado estribos, y su caballería se había convertido en un arma eficaz capaz de romper las invencibles formaciones de infantería que durante mil años habían dominado los campos de batalla. Pero lo cierto es que no hay ninguna evidencia textual o arqueológica sobre el uso del estribo antes del siglo VIII”, “No hay evidencias, ni arqueológicas, ni textuales, de que los visigodos (de Toledo-S.VI) usaran el estribo, por lo tanto, debe considerarse que la caballería, a pesar de su importancia, tuvo entre ellos un desarrollo limitado” […] “Efectivamente, los francos usaron estribos durante la segunda mitad del siglo VIII y fueron sus promotores en el campo militar”. (Breve historia de la guerra antigua y medieval. (Francisco Xavier Hernández Cardona, Xavier Rubio Campillo. Ediciones Nowtilus S.L., 01/01/2010). (*)

(*) La ausencia de restos arqueológicos no es determinante en este asunto ya que, en España, se han usado, desde tiempos remotos, estribos de madera, que muy difícilmente dejan evidencias arqueológicas. En la Crónica del Condestable Miguel Lucas de Iranzo (S. XV) dice, refiriéndose al rey Enrique IV y al obispo de Jaén: “a quien el mismo señor Rey sacó de andar caballero en un asno hipócritamente con estribos de palo” y, hasta el día de hoy, se han utilizado estribos de madera en las áreas rurales del norte de la península, probablemente antecesores de los usados por los huasos chilenos.

Algunos autores consideran que el uso de los estribos no se hizo habitual en Andalucía hasta el siglo décimo. Sin embargo sabemos que el Imperio bizantino conocía los estribos desde el siglo VI o VII, ya que en el Strategikon, obra bizantina de temática militar escrita durante el reinado de Mauricio I (582-602) o de su sucesor, Focas (602-610), se hace referencia a ellos. Durante esos siglos, el cuarto sudoriental de la península Ibérica fue la Provicia Spaniae de Bizancio, por lo que deberían haberse conocido antes en Andalucía y levante que en el resto de Europa occidental. Más aún teniendo en cuenta que los visigodos mantuvieron guerra contra los bizantinos y lograron expulsarles de este territorio (565-624).

 

Adopción de los estribos por los árabes.

Desde la fundación del Imperio bizantino, tras la escisión del Imperio romano en el siglo IV, hasta el siglo VII, los conflictos entre Bizancio y el Imperio sasánida fueron constantes y contribuyeron a la creación y desarrollo de la caballería pesada (asawara – catafractos).

En el año 496, el rey sasánida Kavadh I fue depuesto por la aristocracia persa por haber intentado aplicar algunas reformas de corte comunista. Logró escapar de sus enemigos y se refugió en las tribus de hunos blancos que habitaban al norte de las fronteras del imperio. Dos años más tarde Kavadh I regresó acompañado de un gran ejército cedido por el rey de los hunos blancos y retomó el imperio. Se supone que, para el siglo V, el ejército huno, que estaba mayoritariamente compuesto por caballería, ya usaba los estribos, por lo que bien podría haber sido este el momento en que entrasen en la cultura sasánida. En cualquier caso, su asimilación debió ser muy lenta (como también les ocurrió a otros pueblos) ya que, en el Cabinet des Médailles de la Biblioteca Nacional de Francia, conservan un plato metálico en el que aparece el rey sasánida Cosroes I (531-579) cabalgando sin estribos.

 

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Escena de caza del rey Cosroes I. (Wikipedia)

 

Probablemente, la caballería catafracta bizantina adoptó los estribos, en el siglo VI, para equipararse con la de su enemigo, la caballería persa asawara.

En el siglo VII, ambos imperios se encontraban en tal grado de debilidad que los árabes arrebataron a Bizancio los territorios del actual Egipto, Jordania, Palestina y Libano (633-645) y les bastaron cinco años (646–651) para apoderarse de la totalidad del Imperio sasánida (Irán, Irak, Armenia, Afganistán, oriente de Turquía y Siria, parte de Paquistán, el Cáucaso y Asia Central).

Sin embargo, parece que los árabes adoptaron los estribos con posterioridad a la invasión del Imperio sasánida; según Nicolle, David, (The Armies of Islam 7th-11th Centuries, Osprey, London, 1982) a finales del siglo VII, el Gobernador árabe de Jorasán (provincia oriental iraní) impuso a su caballería el uso de los estribos; sus soldados los rechazaban por considerarlos un artilugio afeminado.

En la siguiente pintura, que decoraba el suelo del salón del alcázar Hayr al-Garbi, mandado construir por el Califa Hisham ibn Abd al-Malik, de la dinastía Omeya, en el año 727, cerca de Palmira (Siria), se puede observar a un jinete (supuestamente árabe, aunque va vestido al estilo sasánida) que monta con estribos. Lleva las aciones largas (los pies descienden por debajo del tronco del caballo) y usa silla del tipo persa. El Califa Hisham ibn Abd al-Maliki era hermano y sucesor de Yazid II, Califa en cuyo reinado se conquistó Hispania. La pintura solo es 16 años posterior a ese hecho, por lo que se podría suponer que cuando vinieron ya conocían los estribos, lo que no equivale necesariamente que su uso estuviese generalizado. 

 

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Jinete árabe con estribos. Pintura de estilo sasánida que decoraba el suelo del salón del alcázar Hayr al-Garbi, construido cerca de Palmira (Siria) por el Califa Hisham ibn Abd al-Malik, de la dinastía Omeya, en el año 727. Hoy en el Museo Nacional de Damasco

 

De los sasánidas tomaron también su caballería pesada o asawara, muy similar a la de los catafractos bizantinos, en la que tanto el caballo como el jinete, iban completamente cubiertos con armaduras, Según David Nicolle los árabes la copiaron de los bizantinos.

En cualquier caso los árabes, tanto en su caballería ligera como en la pesada, usaban el estribo largo, al estilo de los imperios Bizantino y Sasánida (los dos imperios sobre el que se edificó el Musulmán) por lo que no es probable que ellos fuesen los creadores de la gineta.

De hecho, cuando los caballeros cruzados llegaron a Tierra Santa (siglos XI-XIII) no encontraron a los musulmanes montando a la gineta, sino con un estilo muy similar a la brida; no usaban el freno de la gineta, sino filetes y frenos bridones, y llevaban las piernas estiradas al igual que ellos, ya que ambos contendientes usaban sistemas de equitación hermanos, descendientes del desarrollado por los imperios bizantino y sasánida.

 

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Saladino (izquierda) se enfrentan a los cruzados. S. XII (wikipedia)

 

No se puede decir, por tanto, que la gineta fuese el estilo de equitación utilizado por el imperio Musulmán porque sólo se usó en su parte más occidental, en la zona ibero-magrebí.

 

Los estribos en el Magreb.

Los estribos podrían haber llegado al norte de África con los bizantinos, que arrebataron Cartago a los vándalos en el 534, o con los árabes, que expulsaron a los bizantinos del norte de África en el año 698 (aunque luego regresarían efímeramente), pero es posible que aún no estuviese muy extendido su uso entre ninguno de los contendientes y que su adopción por parte del pueblo bereber fuese muy lenta, de forma similar a lo que les ocurrió con el freno, que lo habrían conocido desde la prehistoria por los hispanos, ya que en la península Ibérica el manejo de caballos enfrenados data, al menos, desde la primera Edad de Hierro  o, de no haber sido así, les hubiese llegado con los fenicios en el 814 a. C., pero tardaron muchos siglos en adoptarlo, como demuestra el hecho de que la caballería númida, de la que procede la cultura ecuestre magrebí, se caracterizaba precisamente por montar sus caballos sin intervención de freno ni cabezada. Pascual Caracciolo, en “La gloria del cavallo” (1566), parafraseando a Tito Livio, lo cuenta así: “Los moros, antiguamente, usaban cabalgar los caballos en cerro, con ciertos collares de madera o de pelo, de los cuales pendían las riendas hechas de junco; y con frecuencia corrían en pié sobre los caballos, como se vigía ahora en nuestros tiempos, que parece increíble”.

 

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Caballería númida en la columna de Trajano. Año 114.

 

Este sistema de equitación, además de muy meritorio, es de gran trascendencia (aunque no reconocida) ya que sin hacer uso de métodos coactivos (no usaban freno, jáquima, ni espuelas) lograban la absoluta sumisión de sus caballos, no ya para valerse de ellos en placenteros paseos, sino para entrar en combate contra las más aguerridas legiones, poniéndoles en trance de perder la vida (los caballos tienen muy desarrollada su capacidad para detectar el peligro y por instinto lo rehúyen), hasta el punto que se convirtieron en la caballería, junto con la ibera y la celtibera, más eficaz de la antigüedad. La diferencia con otros sistemas estriba en no considerar al caballo como un animal necio al que hay que dominar mediante castigos aplicados con instrumentos brutales, sino procurando su entrega voluntaria mediante la seducción lograda con el buen trato. Estas técnicas tendrían gran importancia para el desarrollo de la gineta y, a través de ésta, pasarían, en menor grado, a la equitación clásica y a la moderna. 

Creo, por tanto, muy probable que la gineta surgiese en el Magreb y que llegase al califato de Córdoba en el siglo X, posiblemente con la incorporación de tropas bereberes en el ejército califal que inició al-Hakam II (961-976) e impulsó su ministro Almanzor, quien eliminó el sistema de recluta nacional y lo sustituyó por la incorporación masiva de mercenarios africanos. Los califas anteriores habían sido muy reacios a incorporar tropas africanas en su ejército, e incluso el propio al-Hakan, según cuenta ibn Hayyan en su Muqtabis: “Llegó a asomarse…para contemplar a los jinetes bereberes, cuando evolucionaban escaramuzando, y no les quitaba ojo, lleno de asombro. Mirad –decía a los que le rodeaban- con qué naturalidad se tienen estas gentes a caballo. Parece que es a ellos a quien alude el poeta cuando dice: Diríase que nacieron debajo de ellos y que ellos nacieron sobre sus lomos. ¡Qué asombrosa manera de manejarlos, como si los caballos comprendiesen sus palabras! Y los que le oían se maravillaban de la rapidez con que había cambiado de opinión respecto de los bereberes”. El ejército cordobés pasó a componerse fundamentalmente de tropas bereberes de caballería, a las que se respetó su organización interna y su equipo tradicional. A partir de ese momento conviven en Andalucía dos tipos de silla de montar, la propia y la africana, que tenía los arzones bastante más elevados. (Leví Provençal, Historia de España, Vol. V, Espasa Calpe, 1957)

 

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Jinete musulmán montando con estribos “a la gineta”. Arca de Leire (año 1005)

 

Es posible que el nombre de gineta, dado a este estilo ecuestre, proceda de la tribu de los zenetas, ya que el primer escuadrón de caballería que cruzó el estrecho para incorporarse a las tropas califales de al-Hakan II fue el de los Banu Birzal, fracción de la tribu de los Banu Dammar, del sur de Túnez (Leví Provençal), que pertenecía a la dinastía de los zenetas, si bien posteriormente acudieron muchas otras tribus de Marruecos y Argelia que usarían el mismo sistema de equitación. 

Aunque el origen de la gineta es africano, no cabe duda de que fue en al-Andalus donde evolucionó y alcanzó su máxima expresión. La gineta es ante todo un sistema para hacer la guerra a caballo (“hacer mal a caballo” decían en el siglo XVI), Vargas Machuca dice en su libro “Exercicios de la Gineta” (1619): “Porque la invención de la gineta fue para la guerra, y para ella se aplicó la lanza y adarga”, por lo que cabe suponer que se forjaría en la frontera o frente de guerra entre musulmanes y cristianos, en lo que los musulmanes llamaban “territorio de la guerra santa” (dar chihad)

Según esta hipótesis, la gineta sería otro producto cultural hispanomusulmán, como el arte califal, el nazarí o el mudéjar, y no el menor, a juzgar por su repercusión. 

La gineta fue adoptada progresivamente por algunos reinos cristianos como Portugal y Castilla y León pero probablemente se consolidase en el siglo XIII, durante el reinado de Fernando III, cuando se tomó la Baja Andalucía y entraron en el contingente castellano las tropas del Califa de Baeza, al-Bayasi (1224).

Su eficacia quedó tan patente que en las Cortes de Alcalá, celebradas en 1348, se llegó a prohibir que los hombres de armas y sus caballos castellanos entrasen en tierra de moros: “Otrosy en la frontera del rregno de Murcia porque todos andan a la gineta, que ninguno no pueda traer cauallo castellano y que teniendo los cauallos ginetes segunt son tenudos, non entre en ellos en las huestes nin en las caualgadas a tierra de moros”. (CARMONA RUIZ, María Antonia. El caballo andaluz y la frontera del reino de Granada. Cuad. Hist. Esp., ene./dic. 2006, vol.80, p.55-63. ISSN 0325-1195.)

En el siglo XV, durante el reinado de Enrique IV, llegó a imponerse de tal manera que desplazó a la brida; Enríquez del Castillo, capellán, embajador y consejero de ese monarca decía de él: “Era gran cabalgador de la gineta, y usavalo de contino, tanto que los del reyno a su exemplo conformados dexaron la polecía de ser hombres de armas”. La composición de la caballería castellana, durante el reinado de este monarca, llegó a ser de más de tres jinetes por cada hombre de armas: En la entrada que hizo el 4 de junio de 1455, para talar la vega de Granada, llevó 3.000 hombres de armas y 8.000 jinetes y en la que hizo al siguiente año para talar la vega de Málaga, se juntaron en los prados de Antequera 800 hombres de armas y 3.000 jinetes.

Durante el siglo XVI, la gineta alcanzaría su máximo apogeo, al decir de Andrada: “Teniendo los mejores caballos del mundo, y el arte más cultivada, y puesta en su punto, que nunca estuvo”. En la campaña del Rosellón (1503) se enfrentó a la caballería francesa, demostrando su superioridad; según Gonzalo de Ayora, la caballería del duque de Alba se componía de 1.500 jinetes y 1.500 hombres de armas.

Sin embargo, en España siempre se ha considerado que esta forma de montar era cosa de los moros, sin tener en cuenta que en su génesis participaron los dos bandos rivales, que el bando musulmán estaba también compuesto mayoritariamente por hispanos (de religión musulmana), o que fue una pieza clave en la historia de nuestro país durante la reconquista, pero también durante la conquista de América, en las acciones de África y en las guerras europeas del siglo XVI.

Probablemente eso sea debido a que, una vez terminada la conquista de Granada y alejado el peligro musulmán, la gineta, que es una escuela que requiere de mucho entrenamiento, tanto por parte del jinete como del caballo, fue cayendo en desuso (*). De eso se quejan todos los autores del siglo XVI y XVII consultados y reconocen que el afán por evitarlo es la primera de las motivaciones que les llevaron a escribir sus respectivos libros. Sin embargo, en el norte de África, desde Marruecos a Mauritania y desde Chad a Libia, se mantuvo esta escuela y aún hoy pervive.

(*) En las costas del sur de España se mantuvo por más tiempo la gineta porque era necesaria para hacer frente a las incursiones de los piratas berberiscos. Andrada elogia la experiencia de Pedro de Aguilar en pelear a la gineta: “Por vivir en la costa, donde cada día se ejercita este género de contienda”.

También contribuirían a crear esa idea las campañas africanas, como la toma de Melilla (1497), de Mazalquivir (1505-1708 y 1732-1792), Orán (1509-1708 y 1732-1792), Tremecén (1510, 1518 y 1542), Honein (1531-1535), Mostagenem (1510), Cherchel (1530 y 1533), Argel (1516, 1519, 1528, 1541 y 1573), Bugía (1510-1555), Bona (1535), Bicerta (1535-1573), La Goleta (1535-1574), Túnez (1535 y 1573-1574), Sousa (1541-1548), Monastir (1541-1548), Mahdia (1550-1553), Gelves (1510, 1520 y 1560), Trípoli (1510-1551), y otras. En todas estas campañas se capturó mucho botín de guerra, y entre los más apreciados por los soldados estaban los arreos de la gineta, que luego se traían a España. También estos objetos figuraban de forma preferente entre los bienes que debían entregar las plazas reducidas, como se puede apreciar en las Capitulaciones de Tremecén, firmadas ante Hugo de Moncada:

“...de primero de octubre de 1521 años... Así mismo se ha obligado... el rey de Tremecén de dar al emperador... cada año de los por que se asienta la paz, un presente de cosas de la gineta y otras cosas, cual convenga para entre reyes".

A cambio, sus súbditos quedaban autorizados a mercadear con los puertos españoles sus productos, entre los que también se encontraban los arreos de la gineta.

Todo este flujo de productos de origen norteafricano sobre el mercado español creó gran consumo de artículos de equitación moriscos. Pedro de Aguilar decía: “digo que los estribos y espuelas que yo he visto de muy mejor talle y parecer, son los que traen del reino de Tremecén, por ser los estribos de muy buen garbo y las espuelas pulidas y de muy buen arte”. Así se puso de moda el uso de estribos, frenos, cabezadas, pretales, sillas, corazas, bozales, chinelas y borceguíes berberiscos entre los caballeros españoles, quienes llegaban incluso a disfrazarse de moros en los juegos de cañas, lo que contribuyó a crear en el subconsciente colectivo la idea de que la gineta era “la forma de montar propia de los moros”.

 

                                                                                                                           Ricardo de Juana, 2012.

 

Principio del documento                                                                                       La gineta, descripción.