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image010.jpgLosinos

 

 

image013.jpgCaballo bretón

 

 

 

 

image015.jpgArtillería británica

 

 

 

image017.jpgArtillaría británica

 

 

image019.jpgCaballo bretón

 

 

 

 

 

image021.jpgArtillaría francesa

 

 

 

 

breton.jpgCaballo bretón

 

 

 

image025.jpgPotro losino

 

 

 

image027.jpgMula

 

 

image029.jpgCarrera de mulas en USA

 

 

 

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DEL CABALLO AGRÍCOLA-ARTILLERO

 

          A pesar de que el concepto de mejorar las razas españolas, mediante la importación de caballos extranjeros, se remonta al siglo XVII, esto no afectó a las jacas del norte. Sí que lo hizo a las poblaciones caballares del Valle del Ebro, Valle del Duero, la Mancha y Levante. Esto es debido a que estas comarcas estaban destinadas a la producción de mulas. Como ya hemos indicado, esta práctica embastece y arruina a la producción caballar, y por ese motivo, tanto las yeguas como los caballos llegaron a escasear, lo que obligó al Estado a imponer que 1/3 de las yeguas se cubrieran con caballo andaluz, pero en tiempos de Fernando VI ya no era obligatorio que el caballo fuera andaluz, con tal de que tuviera suficiente alzada. Las importaciones de sementales extranjeros, de las más variadas razas (napolitanos, normandos, daneses, alemanes, etc.) que se produjeron en tiempos de Carlos III, Carlos IV, Fernando VII, María Cristina e Isabel II consiguieron bastardear a esas poblaciones de vega, pero no a las jacas serranas. Éstas se consiguieron mantener en suficiente grado de pureza debido a la hostilidad del medio en que se crían,(” Aquí si existen yeguadas es, precisamente, porque pueden mantenerse en libertad, sin recargar de trabajo al ganadero y sin resultar onerosas” Lión Valderrabano R., La cría caballar en Santander,1970), a la precariedad de medios con que son explotadas, a su carácter indómito, que dificulta su manejo hasta hacerlo casi imposible y a la prohibición de ser aceptadas en las paradas de sementales las yeguas de menos de 1,42 m. de alzada:

        “Para que una yegua que esté en el celo sea dada al semental deberá tener como alzada mínima 1,47 metros, salvo que se trate de las subrrazas losina, navarra, gallega, asturiana y burguete, que en el artículo 11 se consideran como toleradas, en cuyo caso serán admitidas las alzadas de 1,42 metros en adelante” (Reglamento provisional para el funcionamiento e inspección de paradas de sementales equinos, Ministerio del Ejército, Jefatura de los Servicios de Cría Caballar y Remonta, 1956)

             La 1ª República (decreto de 23 de julio de 1869) declara libre la cría caballar. En 1885 se crea el depósito de Valladolid, con percherones, que en 1900 se traslada a León.

             Con el siglo XX se inicia la creación del caballo artillero–agrícola, un concepto moderno que pretende aunar los intereses militares con las necesidades de la nueva agricultura. Este concepto, ya muy arraigado en el resto de Europa, tuvo muchos defensores aquí, y especialmente entre los militares, que eran quienes dirigían la cría caballar desde los tiempos de Fernando VII. Esta situación fue la que acabó con lo poco que quedaba del caballo castellano “mejorado”, el de la vega, y la que comenzó a destruir al caballo castellano primitivo, que hasta ese momento había permanecido intacto en sus montañas.

              En 1926 el ejército reorganiza los servicios de cría caballar en ocho zonas dependientes del arma de Caballería y se dotan con sementales bretones los depósitos de Santander, León, Zaragoza, Hospitalet y Bétera. La importación de sementales bretones fue constante desde entonces. Proliferan las paradas de sementales bretones, tanto públicas como privadas, extendiendo su influencia desde las zonas llanas a la montaña. Con los años se va haciendo sentir la influencia de la sangre del postier bretón en las poblaciones autóctonas, llegando a hacer desaparecer poblaciones caballares que permanecían prácticamente intactas desde los tiempos del Neolítico. Como muestra de este espíritu reformador que impregnó a los responsables de la cría caballar, desde mediados del siglo XIX hasta finales del XX, valgan estas frases extraídas del libro Como producir el caballo de tiro en España (José Crespo Serrano, Ed. Dirección General de Ganadería, 1.935)

“Capítulo V – Medios de mejorar la producción – Acción directa del Estado.

[...] De otro modo, obligado es seguir actuando sobre nuestra yegua indígena, por selección y cruzamiento con sementales disponibles en los depósitos del Estado. La acción es más lenta; pero con perseverancia y cuidado ha de llegarse a resultados positivos, poniendo todo interés en la elección de nuestras yeguas, que en algunas regiones como Valencia, Cataluña y Ribera del Ebro ofrecen ya cierto grado de cruzamiento con Bretón y Percherón muy aprovechable.[...]

            Capítulo VI – Factores que deben tenerse en cuenta para la mejor producción.

        El caballo que es preciso producir – [...] Este “portador-tractor” representaría exactamente el tipo de caballo económico y práctico para España, en el sentido de su utilización agrícola, industrial y Ejército, armonizándose, como hemos dejado indicado, las necesidades de la economía y de la defensa nacional de un modo beneficioso, Es realmente el tipo deseado y solicitado por nuestros valencianos, amantes del empleo del Postier-Bretón, que adquieren directamente en Bretaña.[...]

            Capítulo VII – Mejora constante de las razas.

        Consideramos que para realizar nuestros propósitos es preciso seguir un cruzamiento por absorción de sangre y selección ordenada y rigurosa,” [...]

        Estas frases reflejan con total claridad cuál era el planteamiento oficial sobre la nueva orientación de la cría caballar del norte de España. La decisión estaba tomada. Bajo esta subjetiva óptica, las razas de jacas autóctonas de las provincias norteñas, aquellas que habían sido capaces de subsistir desde la prehistoria, desafiando guerras, invasiones, dinastías y modas, tenían que desaparecer, por el bien patrio, absorbidas por una raza francesa, el postier bretón, que, durante la primera contienda mundial, había demostrado ser la mejor en cuanto a sobriedad, resistencia y aptitudes (en Francia).

        Las modas europeas se impusieron de forma arrolladora. Esta solución parecía que podía poner fin, de una tacada, a los males endémicos de las zonas montañosas del norte, de la agricultura y del ejército. A nadie se le pasó por la cabeza pensar que, a lo largo de muchos siglos, había quedado patente que los mejores animales para la tracción agrícola en España, eran el buey, en las zonas donde abundan los pastos, y la mula en las más áridas. Otro tanto ocurría con el animal traccionador para la artillería de montaña. José Crespo llega a decir, en la obra antes citada:”La mula, justamente, posee cualidades apreciables de rusticidad, sobriedad, resistencia y pocas exigencias de entrenamiento; pero no puede justificarse su preferencia sobre el caballo sino en las regiones y zonas de terreno quebrado y seco, en que no se disponga de recursos forrajeros”, para decir, poco después: “Sería vana ilusión pretender en España una industria caballar de tiro floreciente. Las condiciones de nuestro clima y suelo, extremadamente seco y pobre en recursos forrajeros y plantas pratenses, no permitiría nunca traspasar los límites de nuestras posibilidades”. La contrariedad es palmaria, pero estos “pequeños contratiempos” no deben arredrar a un espíritu bien templado.

        Otro defensor a ultranza, posiblemente el más acérrimo, fue Ferreras, que, en el mismo año, decía:

[...] “recomendamos un cruzamiento único en bloque sobre las poblaciones equinas norte-españolas con un caballo agrícola-artillero pequeño como el Bretón seguido de selección y consanguinidad en demanda de líneas puras.[...]

[...] ¿Podemos en cambio a base de nuestra población equina del N. llegar a la producción de un tipo Agrícola-artillero? “Animal de alzada media robusto y apto para su empleo a voluntad en el arrastre silla o carga a lomo en trabajos efectuados al paso y trote y tan rústico y sobrio como las faenas agrícolas y vida de campaña lo exigen, es decir un animal de masa y fuerza muscular suficiente que pueda arrastrar con facilidad un carruaje no ligero a un aire (paso y trote) ni lento ni rápido que acepte también la silla o carga a lomo sin ninguna dificultad".

        Esta me parece la orientación más acertada en armonía con las condiciones ambientales, constitución del tipo y necesidades comerciales”.[...](Ganadería Vasca, Vol. I, Bilbao, 1935)

        A pesar de su obcecación, fue capaz de comprender que la ganadería caballar del norte de España no reunía las mejores condiciones – “por otro lado no olvidamos la alimentación como factor mejorante ¿y es de extrañar que estos caballos adquieran masa y forma con una buena nutrición? Todos ellos son pequeños de hambre exclusivamente”, pero no quiso entender que la nueva raza tendría que sujetarse a esas mismas condiciones adversas.

        Es claro que, en una región como la Bretaña francesa, con pastos abundantes y excedentes agrícolas baratos, se puede desarrollar una raza tan aparente como el Postier Bretón, pero en las condiciones en que se desarrolla la vida de las jacas norteñas españolas, no se puede pretender más. No es una cuestión de calidad de genes, es una cuestión de adaptación a los recursos alimenticios y al clima. Las razas de jacas ibéricas, en su medio, son biológicamente superiores a cualquier otra y las únicas mejoras sensatas son la selección y las referentes a su alimentación.

        Sin embargo, la moda tuvo un prolongado apoyo oficial y muchos adeptos. En 1970, Raúl Lión Valderrabano decía:

        “De entre los estudios, relativos a las razas equinas cantábricas, que hemos manejado, ninguno nos ha dado una impresión de absoluta objetividad, ni nos ha parecido tan realista y acertado a la hora de ofrecer soluciones, como los del veterinario militar G. Ferreras; por lo común, coinciden todos en un desfasado sentimentalismo, que agiganta las pretendidas virtudes de cada variedad, y propugnan el resurgimiento de morfotipos originarios e ideales, de cuya existencia se impone dudar ya que, las más de las veces, son tan solo imaginarios.

        [...] si Ferreras tuvo el valor de denunciar la escasa rentabilidad del poney vasco, en cuyo caso sí existía un fenotipo conocido, con fijeza genotípica patente en los análisis osteológicos, y afirmó que no merecía la pena intentar, por selección, el resurgimiento del tipo originario y sí, en cambio, su cruzamiento con razas adecuadas que la infiltrasen los caracteres de que carecía, [...]

        [...] de ahí nuestra total conformidad con Ferreras cuando recomendaba, para las poblaciones equinas norte-españolas,”un cruzamiento único y en bloque con un caballo de tiro ligero, como el bretón, seguido de selección y consanguinidad, en demanda de líneas puras, y buscando homozigocidad a partir de la tercera generación”

        El cruzamiento con un tipo único, el bretón, (aunque se probó también el ardenés, hace tiempo que se abandonó), hasta alcanzar la total absorción de los distintos genotipos montañeses, creemos que ha sido un laudable y exitoso empeño en que Cría Caballar se viene afanando desde hace años, en Santander”[...].

        Como se puede apreciar, por los textos expuestos, hizo falta el empeño obstinado de varias generaciones de responsables de la cría caballar nacional para lograr acabar con nuestros endemismos caballares, y, aún así no lo lograron del todo.

        El tiempo ha demostrado que, la supuesta necesidad de crear una raza de caballos agrícola- artilleros, era extremadamente coyuntural y escasamente justificada. El caballo de tiro nunca logró desplazar a la mula como traccionador agrícola mayoritario, y poco después, ambos se vieron arrinconados por el motor de explosión, tanto en la agricultura como en el ejército. Curiosamente, el uso de la mula ha perdurado al del caballo en las baterías de artillería de montaña. Al día de hoy, los cada vez más exiguos descendientes de este ensayo genético del “caballo agrícola – artillero” se destinan al escasamente rentable negocio del abastecimiento cárnico, mientras que, irónicamente, las razas autóctonas gozan del reconocimiento popular y de la aparente protección  de las distintas administraciones.  

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